Oda a Venecia ante el mar de los teatros, de Pere Gimferrer | Poema

    Poema en español
    Oda a Venecia ante el mar de los teatros

    Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. 
    Con que trajín se alza una cortina roja 
    o en esta embocadura de escenario vacío 
    suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes, 
    palomas que descienden y suavemente pósanse. 
    Componer con chalinas un ajedrez verdoso. 
    El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido 
    y una gota de plomo hierve en mi corazón. 
    Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora 
    la razón de las nubes y su velamen yerto. 
    Asciende una marea, rosas equilibristas 
    sobre el arco voltaico de la noche en Venecia 
    aquel año de mi adolescencia perdida, 
    mármol en la Dogana como observaba Pound 
    y la masa de un féretro en los densos canales. 
    Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche, 
    sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas, 
    príncipes o nereidas que el tiempo destruyó. 
    Que pureza un desnudo o adolescente muerto 
    en las inmensas salas del recuerdo en penumbra 
    ¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido 
    y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel? 
    Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad, 
    copos que os diferís en el parque nevado, 
    el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro 
    o aquel que allá en Venecia de belleza murió? 
    Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente. 
    Como la vena insiste sus conductos de sangre, 
    va, viene y se remonta nuevamente al planeta 
    y así la vida expande en batán silencioso, 
    el pasado se afirma en mí a esta hora incierta. 
    Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé 
    si valía la pena o la vale. Tú, por quien 
    es más cierta mi vida, y vosotros que oís 
    en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte. 
    Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso 
    mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia 
    va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy 
    el que fui entonces, sé tensarme y ser herido 
    por la pura belleza como entonces, violín 
    que parte en dos aires de una noche de estío 
    cuando el mundo no puede soportar su ansiedad 
    de ser bello.