“Así soy yo, como esa música triste y alegre a un mismo tiempo”. Y te amo en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo, en la feliz canción que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza. En el día aterido que tú estás respirando no sé dónde.
En el polvo, en el aire, en esa nube que tú no mirarás, en mi mirada que te calcó y fijó en mi más triste fondo, en tus besos sellados en mis labios, y en mis manos vacías, pues eres hoy vacío y en el vacío te amo.
No hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza. Una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor. Pero también su fin. Las cicatrices, pues, son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que nos sana dañándonos. La forma
“Así soy yo, como esa música triste y alegre a un mismo tiempo”. Y te amo en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo, en la feliz canción que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza. En el día aterido que tú estás respirando no sé dónde.
Por el camino de tu lengua yo podría llegar hasta la negra Abisinia o cabalgar hasta Bengala o Nankin porque ella es sabia como un viejo maestro que enseña sobre el cielo las rutas de los pálidos cometas
Exacto y cotidiano el cielo se derrama como un oscuro vino, se agazapa a dormir en los zaguanes, endurece los patios, los postigos, enciende las pupilas de los gatos. En las mezquinas calles minuciosos golpean