Soledades, de Piedad Bonnett | Poema

    Poema en español
    Soledades

        Exacto y cotidiano 
    el cielo se derrama como un oscuro vino, 
         se agazapa a dormir en los zaguanes, 
    endurece los patios, los 
        postigos, 
         enciende las pupilas de los gatos. 
    En las mezquinas calles 
        minuciosos golpean 
         los pasos de la frágil solterona 
    que sabe que no hay luz en su 
        ventana. 
         En el aire hay olor a col hervida 
    y detrás de la ropa que aporrea la 
        piedra 
         un canto de mujer abre la noche. 
    Es la hora 
    en que el joven 
        travesti se acomoda los senos 
         frente al espejo roto de la cómoda, 
    y una muchacha ensaya otro 
        peinado 
         y echa esmalte en el hueco de sus medias de seda. 
    Abre la viuda el 
        closet y llora con urgencia 
         entre trajes marrón y olor a naftalina, 
    y un pubis fresco y unos 
        muslos blancos 
         salen del maletín del agente viajero. 
    Un alboroto de ollas revuelca 
        la cocina 
         del restaurante donde un viejo duerme 
    contra el sucio papel de 
        mariposas, 
         mientras como una red sin agujeros 
    nos envuelve la noche por los 
        cuatro costados.