Lindo con tu silencio, en la hora fría en que todo está dicho. Palpo ciego tu encontrado silencio. Parto y llego de silencio a silencio, día a día.
Cierto estoy de que cierto no podría entrar en tus murallas. Cierto niego que haya más fuerza en mí que la que entrego a tu silencio, duda en ti, ya mía.
Con él limito. Sé que es la frontera de no sé qué. -Tu muda primavera torna en dudosos vientos mis certezas-.
Y en torno sigue tu silencio, y sigo pensando en ti y sin ti, pero contigo, si es que mueres en él o en él empiezas.
Se fue, no tan despacio que no hubiera un desajuste tenue en la calima del asfalto, y su falda parecía más triste en el andar y hubo como una duda, o tal vez no, y la acera se fue estrechando al alejarse y, luego, pareció, quizás fuera
Tu voz. Sólo tu tibia y sinuosa voz de leche. Sólo un aliento gutural, silbante, modulado entre carne, tiernamente modulado entre almohadas de incontenible pasmo, bordeando las simas del gemido, del estertor acaso.