Tu voz. Sólo tu tibia y sinuosa voz de leche. Sólo un aliento gutural, silbante, modulado entre carne, tiernamente modulado entre almohadas de incontenible pasmo, bordeando las simas del gemido, del estertor acaso.
Se fue, no tan despacio que no hubiera un desajuste tenue en la calima del asfalto, y su falda parecía más triste en el andar y hubo como una duda, o tal vez no, y la acera se fue estrechando al alejarse y, luego, pareció, quizás fuera