Los días de leyenda en que me amabas sin hacer preguntas hicieron que la ciudad tomara la cara de un juguete
como en los nacimientos al dejarte en las noches iba a mi casa alegre por calles de aserrín
En el espejo tembloroso y tristón de los charcos me miraba la cara al lado de la luna me buscaban tus besos para que no alumbrasen los sueños de los pájaros perdidos en mi almohada
Policías de barro y gallos de hojalata en silencio se burlaban de mí guiñándose a saber cómo los inmóviles ojos y es que e a mi paso hasta los dormidos chismeaban con envidia en sus habitaciones decían que tú eras la novia del niño Dios
Con musgo arrancado de donde nacen los Chorros de Colón me esperaban los jardines del sueño con su frescura verde pero el calor de la punta de tus dedos había sido una puñalada tan honda que al amanecer el nixtamalero lavaba en mis pupilas como en dos huacalitos de sangre su gran ojo desnudo
Entre árboles de papel de china vestidos desde el corazón del añil pasaba el nuevo día escuchando una orquesta de arcángeles ancianos que con su cabello de algodón formaban nuevos ríos en la brisa
Después yo te encontraba a la par del crepúsculo -con su alto árbol de fuego incendiado de veras- y lamía en tus manos la piel del mazapán
En los alrededores los muñecos con mejillas de flor bebían sus cervezas de polen y humo
Ay pero a los pocos meses se te ocurrió crecer y te me fuiste lejos con un horrible gesto de persona mayor desde entonces la ciudad recobró también su tamaño de siempre y en sus negras calles de asfalto los ciudadanos pegan con las manos a mi alma de muchachito triste que todavía necesita jugar.
En la garganta de un beodo muerto se quedan las palabras que despreció la poesía. Yo las rescato con manos de fantasma con manos piadosas es decir ya que todo lo muerto tiene la licuada piedad de su propia existencia. Furtivamente os las abandono: