Conozco perfectamente mi dolor: viene conmigo disfrazado en la sangre y se ha construido una risa especial para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah, queridos, mi dolor, ah, querida, mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro, un cubo de madera de esos donde los niños le adivinan un alma musical al alfabeto, un rincón entrañable y tibio como la geografía del vino o como la piel que me dejó las manos sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar
Mi dolor tiene cara de rosa, de primavera personal que ha venido cantando. Tras ella esconde su violento cuchillo, su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer y que trazó los días de lluvia y de ceniza que mantengo.
En la garganta de un beodo muerto se quedan las palabras que despreció la poesía. Yo las rescato con manos de fantasma con manos piadosas es decir ya que todo lo muerto tiene la licuada piedad de su propia existencia. Furtivamente os las abandono: