Vieja alameda triste en que el árbol medita, en que la nube azul contagia su quebranto y en que el rosal se inclina al viento que dormita: te traigo mi dolor y te ofrezco mi llanto.
He vuelto. Soy el mismo. La misma sed que me aqueja y embelesa mi oído idéntica canción, y soy aquel que ama el minuto que deja un poco más de llanto dentro del corazón.
He vuelto. A tu silencio otoñal, he buscado vanamente mis huellas entre todas las huellas, y mi ilusión es una hoja muerta de aquellas que estremecía el viento y que el sol ha dorado.
Y mientras quiero acaso recomenzar la senda y un mal irremediable consume los destellos del sol, vieja alameda, y te guardo mi ofrenda, tú contemplas mis ojos y miras mis cabellos.
Vieja alameda triste en que el árbol medita, en que la nube azul contagia su quebranto y en que el rosal se inclina al viento que dormita: te traigo mi dolor y te ofrezco mi llanto.
Espaciosa sala de baile alma y cerebro dos orquestas, dos, baile de trajes, las palabras iban entrando, las vocales daban el brazo a las consonantes. Señoritas acompañadas de caballeros y tenían trajes de la Edad Media y de muchísimo antes
Post natal total inmersión para la ahijada de Colón con un tobillo en Patagonia y un masajista en Nueva York. (Su apendicitis abrió el canal de Panamá. )
Caballeriza para el mar continentófago doncellez del agua playera frente a la Luna llena.