(Para Luci Fernández de Alba, que se sorprendió) 
 
Dime mujer dónde escondes tu misterio 
mujer agua pesada volumen transparente 
más secreta cuanto más te desnudas 
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme 
tu deslumbrante armadura de belleza 
dime no puedo ya con tantas armas 
mujer sentada acostada abandonada 
enséñame el reposo el sueño y el olvido 
enséñame la lentitud del tiempo 
mujer tú que convives con tu ominosa carne 
como junto a un animal bueno y tranquilo 
mujer desnuda frente al hombre armado 
quita de mi cabeza este casco de ira 
cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra 
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia 
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre 
mujer roca de la tribu desbandada 
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo 
con que me aterro y te aterro y nos separo 
mujer oscura y húmeda pantano edénico 
quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría 
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios 
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne 
quiero recuperar el peso y la rotundidad 
quiero que me humedezcas me ablandes me afemines 
para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo 
quiero apoyada la frente en tu regazo materno 
traicionar al acerado ejército de los hombres 
mujer cómplice única terrible hermana 
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos 
quiero no apartar nunca de ti los ojos 
mujer estatua hecha de frutas paloma crecida 
déjame siempre ver tu misteriosa presencia 
tu mirada de ala y de seda y de lago negro 
tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos 
tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío 
y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada 
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad 
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises 
no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa 
tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda 
tu palabra certera de fulgurante ignorancia 
la salvaje pureza de tu amor insensato 
desvariado sin freno brutalizado enviciado 
el gemido limpísimo de la ternura 
la pensativa mirada de la prostitución 
la clara verdad cruda 
del amor que sorbe y devora y se alimenta 
el invisible zarpazo de la adivinación 
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos 
la esponjosa maternidad terreno de raíces 
mujer casa del doloroso vagabundo 
dame a morder la fruta de la vida 
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado 
déjame recostar mi frente aciaga 
en tu grave regazo de paraíso boscoso 
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida 
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo. 
Entre los tibios muslos te palpita 
un negro corazón febril y hendido 
de remoto y sonámbulo latido 
que entre oscuras raíces se suscita; 
Está ya oscurecida la hermosura; 
los árboles desnudos 
se mecen en la sombra, 
y un gran silencio vela suspendido. 
Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica 
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas 
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia 
que revientan como claveles de sombra 
luego de pronto todos juntos 
hundiéndose en tu gruta marina 
(Para Luci Fernández de Alba, que se sorprendió) 
 
Dime mujer dónde escondes tu misterio 
mujer agua pesada volumen transparente 
más secreta cuanto más te desnudas 
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme 
tu deslumbrante armadura de belleza 
No volverá 
como el calor que el pan exhala, 
esta mitad ya de tu vida, 
no volverá a entibiarte aquella sangre 
que ya corrió. 
Inhábil como un niño, 
tu jaula mal cerrada sus pájaros dispersa; 
al viento van tus días, 
despedazados aleteos. 
Colección reservada de sonetos votivos
I
Si te busco y te sueño y te persigo, 
y deseo tu cuerpo de tal suerte 
que tan sólo aborrezco ya la muerte 
porque no me podré acostar contigo; 
Estoy más triste que un zapato ahogado 
estoy más triste que el polvo bajo los petates 
estoy más triste que el sudor de los enfermos 
estoy triste como un niño de visita 
como una puta desmaquillada 
como el primer autobús al alba