Colección reservada de sonetos votivos
I
Si te busco y te sueño y te persigo, 
y deseo tu cuerpo de tal suerte 
que tan sólo aborrezco ya la muerte 
porque no me podré acostar contigo; 
si tantos sueños lúbricos abrigo; 
si ardiente, y sin pudor, sy en celo, fuerte 
te quiero ver, dejándome morderte 
el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo; 
si quiero que conmigo, enloquecida, 
goces tanto que estés avergonzada, 
no es sólo por codicia de tus prendas: 
es para que conmigo, en esta vida, 
compartas la impureza, y que manchada, 
pero conmovedora, al fin me entiendas. 
II
¿Qué sabes tú, qué sabes tú apartada 
injustamente en tu cruel pureza; 
tú sin vicio, sin culpa, sin bajeza, 
y sólo yo lascivo y sin coartada? 
Rompe ya esa inocencia enmascarada, 
no dejes que en mí solo el mal escueza; 
que responda a la vez de mi flaqueza 
y de que tú seas hembra y encarnada; 
que tengas tetas para ser mordidas, 
lengua que dar y nalgas para asidas 
y un sexo que violar entre las piernas. 
No hay más minas del Bien que las cavernas 
del Mal profundas; y comprende, amada, 
que o te acuestas conmigo o no eres nada. 
III
Tus ojos que no vi nunca en la vida 
turbarse de deseo, ni saciados 
dormirse tras la entrega, ni extraviados 
mientras tú gimes loca y sacudida; 
tu oreja, dulce concha adormecida 
que no alojó a mi lengua de obstinados 
embates de molusco; tus negados, 
cerrados labios de piedad prohibida 
que hurtan tu lengua, rica pesca extrema, 
ni fueron nunca abiertos la diadema 
de coral húmeda y abrasadora 
que por tu rey mi miembro coronase: 
yo mismo en todo esto, hora tras hora, 
mi muerte fundo y a mi mal doy base. 
IV
¿Pero cómo decirte el más sagrado 
de mis deseos, del que menos dudo; 
cómo, si nunca nombre alguno pudo 
decirlo sin mentira o sin pecado? 
Este anhelo de ti feroz y honrado, 
puro y fanático, amoroso y rudo, 
¿cómo decírtelo sino desnudo, 
y tú desnuda, y sobre ti tumbado, 
y haciéndote gemir con quejas tiernas 
hasta que el celo en ti también se yerga, 
único idioma que jamás engaña; 
y suavemente abriéndote las piernas 
con la lengua de fuego de la verga 
profundamente hablándote en la entraña? 
V
Toda una noche para mí tenerte 
sumisa a mi violencia y mi ternura; 
toda una larga noche sin premura, 
sin nada que nos turbe o nos alerte. 
Para vencerte y vencerte y vencerte, 
y para entrar a saco sin mesura 
en los tesoros de tu carne pura, 
hasta dejártela feliz e inerte. 
Y al fin mirar con límpida mirada 
tu cuerpo altivo junto a mí dormido 
de grandes rosas malvas florecido, 
y tu sonrisa dulce y fatigada, 
cuando ya mis caricias no te quemen, 
mujer ahíta de placer y semen. 
V (bis)
Toda una noche para mí tenerte 
sumisa a mi violencia y mi ternura, 
toda una larga noche sin premura, 
sin nada que nos turbe o nos alerte. 
Para vencerte, y vencerte, y vencerte, 
y para entrar a saco sin mesura 
en los tesoros de tu carne pura, 
hasta que en un rendido hartazgo inerte 
te me duermas feliz y devastada; 
y entonces, yo tranquilo y tú sin nada 
por fin que defender, por vez primera 
mirarte dulce, amiga y verdadera, 
cuando ya mis caricias no te quemen, 
mujer ahíta de placer y semen. 
Entre los tibios muslos te palpita 
un negro corazón febril y hendido 
de remoto y sonámbulo latido 
que entre oscuras raíces se suscita; 
Está ya oscurecida la hermosura; 
los árboles desnudos 
se mecen en la sombra, 
y un gran silencio vela suspendido. 
Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica 
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas 
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia 
que revientan como claveles de sombra 
luego de pronto todos juntos 
hundiéndose en tu gruta marina 
(Para Luci Fernández de Alba, que se sorprendió) 
 
Dime mujer dónde escondes tu misterio 
mujer agua pesada volumen transparente 
más secreta cuanto más te desnudas 
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme 
tu deslumbrante armadura de belleza 
No volverá 
como el calor que el pan exhala, 
esta mitad ya de tu vida, 
no volverá a entibiarte aquella sangre 
que ya corrió. 
Inhábil como un niño, 
tu jaula mal cerrada sus pájaros dispersa; 
al viento van tus días, 
despedazados aleteos. 
Colección reservada de sonetos votivos
I
Si te busco y te sueño y te persigo, 
y deseo tu cuerpo de tal suerte 
que tan sólo aborrezco ya la muerte 
porque no me podré acostar contigo; 
Estoy más triste que un zapato ahogado 
estoy más triste que el polvo bajo los petates 
estoy más triste que el sudor de los enfermos 
estoy triste como un niño de visita 
como una puta desmaquillada 
como el primer autobús al alba