Aurora insumisa, de Vicente Aleixandre | Poema

    Poema en español
    Aurora insumisa

    En medio de los adioses de los pañuelos blancos 
    llega la aurora con su desnudo de bronce 
    con esa dureza juvenil 
    que a veces resiste hasta el mismo amor. 

    Llega con su cuerpo sonoro 
    donde sólo los besos resultan todavía fríos, 
    pero donde el sol se rompe ardientemente 
    para iluminar en redondo el paisaje vencido. 

    Si en las cercanías un río imita una curva, 
    no confundirlo, no, con un brazo; 
    si más arriba quiere formarse una montaña, 
    apenas si conseguirá imitar algún hombro, 
    y si un pájaro repasa velozmente 
    no faltará quien lo equivoque con unos dientes ligeros. 

    La blancura no existe. 
    La amarillez vivísima, 
    el color rosa naciente, 
    el incipiente rojo 
    son como ondas sobrepasándose hasta derribarse en el seno, 
    donde el día se vierte tumultuosamente. 

    Quizá por la garganta del cuerpo juvenil 
    los rojos pececillos circulan, 
    se extinguen, 
    los besos son burbujas, 
    son ese gris que falla en el fondo de la copa 
    cuando alguno intenta acercarle los labios; 
    son ese ojo profundo sin párpado que en el fondo 
    demuestra con su fijeza que nunca ha de acabarse. 

    Pero el viento no puede lastimar ese cuerpo, 
    ni los brazos del amor conseguirán disminuir la fina cintura, 
    ni esas redondas manos pasajeras 
    reducirán a calor los pechos liberados. 

    El cabello ondea como la piedra más reciente, 
    roca nueva insumisa rebelde a sus límites, 
    la que jamás encerrada en un puño 
    cantará la canción de los labios apretados. 

    El sol o el agua luminosa 
    bruñe la superficie erguidísima, 
    donde nunca un pájaro detendrá su bola de pluma, 
    ni se amarán por parejas bajo los brazos fríos. 

    Una boca con alas del tamaño de la nieve 
    pone en el cuello su carbón encendido. 
    Brota una mariposa de cristal impasible, 
    espejo hacia el cenit que repugna las luces.

    Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898. Pasó su infancia en Málaga y vivió casi toda su vida en Madrid, donde estudió Derecho y Comercio. En plena juventud, una enfermedad le obliga a interrumpir sus actividades profesionales. Colaboró en revistas como Revista de Occidente (en 1926), Litoral, Carmen, Verso y Prosa, Mediodía, entre otras. Su primer libro, Ámbito (1928), ya deja ver las señales de su mundo poético: claridad e inmensidad del paisaje, depurada y contenida emoción. Es en Espadas como labios (1932) donde, según Dámaso Alonso, se escuchan ecos de gritos desmesurados, que comienzan a esbozar el translúcido, romántico y unificado mundo de Vicente Aleixandre. Destrucción o el amor (1935), Premio Nacional de Literatura, concreta la "unicidad" de su poesía. Su obra, en definitiva, trata de la vida, el amor y la muerte. Considerado uno de los grandes poetas de la generación del 27, en 1977 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Falleció en Madrid en 1984.

    • Se iba quedando callada 
      hasta que la sombra espesa 
      se hizo cuerpo tuyo. 
      ¡Ya te tengo! ¡Ya te tengo! 
      Aquí la sombra del cuarto, 
      piel fina, piel en mis dedos. 
      siente, tiembla. Fina seda 
      que palpita humanamente 
      entre mis dedos de nieve. 

    • No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente, 
      las huellas de unos besos, 
      ese resplandor que aún de día se siente si te acercas, 
      ese resplandor contagioso que me queda en las manos, 
      ese río luminoso en que hundo mis brazos, 

    • No, no es eso. No miro 
      del otro lado del horizonte un cielo. 
      No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos, 
      que aquietan a las aguas feroces que aquí braman. 
      No miro esa cascada de luces que descienden 
      de una boca hasta un pecho, hasta unas manos blandas, 

    • El puro azul ennoblece 
      mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo 
      inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas 
      al agitado corazón con que estos años vivo. 
      Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía 
      y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel 

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