Lo primero es lo primero, de Wystan Hugh Auden | Poema

    Poema en español
    Lo primero es lo primero

    Desvelado, yací en los brazos de mi propio calor y escuché 
    una tormenta que paladeaba su condición de tormenta en la oscuridad invernal 
    hasta que mi oído, como ocurre cuando estoy medio dormido o medio sobrio, 
    se afanó en desentrañar ese alboroto exclamativo, 
    trocando sus etéreas vocales y acuosas consonantes 
    en un discurso de amor indicativo de un Nombre Propio. 

    Difícilmente la lengua que hubiera escogido yo, y sin embargo, en la medida 
    en que lo permitían la estridencia y la torpeza, te elogiaba, 
    reconociéndote como una criatura divina de la Luna y el Viento del Oeste 
    con poder para domar monstruos reales e imaginarios, 
    comparando tu aplomo vital con un condado montañés, 
    verde a posta por aquí, por allá puro azul por si trajera suerte. 

    A pesar de lo estruendoso que era, a solas como sin duda me encontró, 
    reconstruyó un día de silencio peculiar 
    en que un estornudo podría haberse oído a una milla, y me permitió caminar 
    sobre un promontorio de lava a tu lado, la ocasión tan eterna 
    como la mirada de cualquier rosa, tu presencia exactamente 
    tan singular, tan valiosa, tan allí, tan ahora. 

    Todo ello, además, a una hora en la que más a menudo de lo que quisiera 
    un diablo sonriente me molesta en hermoso inglés, 
    prediciendo un mundo en el que todo lugar sagrado 
    es un yacimiento cubierto de arena al que acuden todos los tejanos cultos, 
    desinformados y desplumados por sus guías, 
    y todos los corazones mansos se han extinguido cual Obispos Hegelianos. 

    Agradecido, dormí hasta una mañana que no dijo 
    cuánto creía de lo que, según yo, había dicho la tormenta 
    sino que discretamente hizo que me fijara en lo que había hecho 
    -unos cuantos metros cúbicos más en mi cisterna 
    contra un verano leonino-, estableciendo prioridades: 
    miles han vivido sin amor, nadie sin agua.