Sepulcro en Tarquinia, de Antonio Colinas | Poema

    Poema en español
    Sepulcro en Tarquinia

    Se abrieron las cancelas de la noche, 
    salieron los caballos a la noche, 
    campo de hielos, de astros, de violines, 
    la noche sumergió pechos y rosas, 
    noche de madurez envuelta en nieve 
    después del sueño lento del otoño, 
    después del largo sorbo del otoño, 
    después del huracán de las estrellas, 
    del otoño con árboles de oro, 
    con torres incendiadas y columnas, 
    con los muros cubiertos de rosales 
    tardíos. 
    Y tú en aquel tranvía salpicado 
    a la orilla del agua por las barcas, 
    por las luces y el viento, por las luces 
    y el viento y los faroles y los remos, 
    aquel rostro otoñal que no vería 
    nunca más, amor mío, nunca más, 
    detrás de los cristales del tranvía 
    con un sueño de potros en los ojos, 
    con un hato de ciervos en los ojos, 
    con un nido de tigres en los ojos, 
    y con la bruma de los cementerios, 
    y con los hierros de los cementerios, 
    y con las nubes rojas allá arriba 
    (encima de cipreses y aves muertas 
    del tomillo y los búcaros fragantes) 
    de los cementerios 
    navegando en tus ojos. 

    Se abrieron las cancelas a la noche, 
    salieron los caballos a la noche, 
    se agitaron las zarzas del recuerdo, 
    pasó un desierto (el mar) por mi recuerdo, 
    lloraba aquella niña en el camino 
    lleno de cruces 



    ...............
     

    No eras feliz entonces, yo diría, 
    después de los conciertos, yo diría 
    que tu piel era suave como un cetro, 
    como un cetro preciada y dura y firme, 
    qué caja de viola todo el vientre, 
    yo diría 
    que un órgano sonaba por tus venas, 
    quién lo diría, todos te miraban 
    cruzando las murallas, bordeando 
    el teatro romano, si llorabas 
    adelfas en la sombra te sentían 
    pasar, cuánta frescura, crepitaba 
    la grava del sendero, eran tus pasos 
    si llorabas, eran tus ojos de ágata 
    los que soñaban una escena fúnebre 
    entre aquellas columnas abrasadas, 
    si llorabas 
    había rojas túnicas prendidas 
    en las zarzas, un bosque amaneciendo, 
    un bosque de cipreses encendidos 
    y sangre en aquel busto destrozado, 
    después del río te perdías lenta, 
    llovía lentamente si llorabas 
    o un huracán reinaba en la ciudad 
    y yo nunca sabía dónde ibas 
    si llorabas 



    ...............
     

    Tú me entregabas lo desconocido... 
    estás allí, remota y entrevista, 
    enterrada en la tarde de septiembre 
    bajo una lluvia de campanas muertas, 
    bajo un monte de higueras venenosas, 
    te recuerdo 
    bajo una lluvia de campanas negras, 
    bajo una lluvia de campanas lentas 
    te arropabas las tardes del invierno, 
    si posara en tus venas una mano 
    sentiría la noche y sus campanas, 
    cuando callas: campanas expectantes, 
    si me sueñas, si esperas, te hallaré 
    enterrada bajo una losa fría 
    que desgastó la lluvia hecha de bronce, 
    morir contigo en esta tarde única 
    cantando en las murallas sonrosadas 
    por las luces más frías del invierno, 
    bajo una lluvia de campanas negras 
    rueda la tarde como un casco de oro 
    sobre la filigrana del asfalto 
    golpeando las esquinas y las rejas, 
    serás el fuerte polen de la noche, 
    el cristal de la tarde, la tormenta 
    de música que Mozart compusiera 
    el día de su muerte y que no oímos, 
    mereces la visita de la luna, 
    tienes una azotea en cada ojo, 
    abres los muslos, abres las dos manos, 
    tus dos pechos apuntan a la nieve, 
    tu vientre es una zarza a medio arder, 
    ¿son ramos o racimos esos labios? 
    morir sin estrujarlos qué delicia, 
    verte pasar como un río colmado, 
    ser ajorca en tus pies, en tu muñeca, 
    no besar esos labios, no creer 
    que esa boca te pertenece, es tuya 
    y no racimo que se muerde y pasa, 
    pasa, mujer, como una ola en lo oscuro, 
    pasa, mujer, como la noche pasa, 
    Amor tiene en los labios cicatrices, 
    morir sin poseerte qué delicia 
    tú me entregabas lo desconocido, 
    a qué bosques, a qué palacios altos 
    me llevabas cuando nos encontrábamos, 
    a qué ácido estanque, a qué palmeras, 
    a qué tardes de espinos enlunados, 
    a qué nave sin rumbo en la negrura, 
    a qué jardín desconsolado y hondo, 
    a qué terrazas... 


    ...............
     

    Debes saberlo ahora que recuerdas: 
    jamás llegará nadie a este lugar, 
    aquí nos trae el mar los peces muertos 
    y no hay más vida que la de las olas 
    estallando en la noche de las grutas, 
    soñarás una barca cada noche, 
    soñarás unos labios cada noche, 
    en vano escucharás junto a las rocas, 
    jamás llegará nadie a este lugar, 
    recorrerás las salas del convento, 
    escrutarás la faz de la Diana, 
    los gatos mirarán la fría aurora, 
    habrá un fresco con grumos de salitre 
    en la cripta, sin techo, del castillo, 
    el huracán arrancará geranios, 
    jamás llegará nadie a este lugar, 
    jamás llegará nadie a este lugar 
    y las gaviotas me darán tristeza 



    Monteroso al Mare, 1972