Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía,
me trajo a la soledad,
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra, que en forma bella
nos convierte la ilusión,
ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron,
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.
Ni a mí me importa que esté
tu luz viva o desmayada,
ni cuando te miro sé
si eres roja o plateada.
Yo busco tu compañía,
porque al fin, muda beldad,
es tu amistad menos fría
que otra cualquiera amistad.
Sé bien que todo el poder
de tu misterioso encanto
no alcanzará a detener
una gota de mi llanto,
mas yo no guardo consuelos
para este mal tan profundo.
Fijo la vista en los cielos
porque me importuna el mundo...
¡Vergüenza del mundo es
si tiene mi pensamiento
que ir a buscarte al través
de las nubes y del viento,
y llevar hasta tu esfera
mi solitaria armonía,
para hallar la compañera
que escuche la pena mía!
Mas, pues no me da fortuna
otra más tierna amistad,
vengo con mis penas, luna,
a verte en la soledad.
Ermita de Bótoa, 1846