Risueños están los mozos,
gozosos están los viejos
porque dicen, compañeras,
que hay libertad para el pueblo.
Todo es la turba cantares,
los campanarios estruendo,
los balcones luminaria,
y las plazuelas festejos.
Gran novedad en las leyes,
que, os juro que no comprendo,
ocurre cuando a los hombres
en el regocijo vemos.
Muchos bienes se preparan,
dicen los doctos al reino,
si en ello los hombres ganan
yo, por los hombres me alegro;
mas, por nosotras, las hembras,
ni lo aplaudo , ni lo siento,
pues aunque leyes se muden
para nosotras no hay fueros.
¡Libertad! ¿Qué nos importa?
¿Qué ganamos, qué tendremos?
¿Un encierro por tribuna
y una aguja por derecho?
¡Libertad! ¿De qué nos vale
si son los tiranos nuestros
no el yugo de los monarcas,
el yugo de nuestro sexo?
¡Libertad! ¿Pues no es sarcasmo
el que nos hacen sangriento
con repetir ese grito
delante de nuestros hierros?
¡Libertad! ¡Ay! Para el llanto
tuvímosla en todos tiempos;
con los déspotas lloramos,
con tributos lloraremos;
que, humanos y generosos
estos hombres, como aquéllos,
a sancionar nuestras penas
en todo siglo están prestos.
Los mozos están ufanos,
gozosos están los viejos,
igualdad hay en la patria,
libertad hay en el reino.
Pero os digo, compañeras,
que la ley es sola de ellos,
que las hembras no se cuentan
ni hay Nación para este sexo.
Por eso aunque lo escucho
ni me aplaudo ni lo siento;
si pierden ¡Dios se lo pague!
y si ganan ¡buen provecho!
Almendralejo, 1846