Me he encontrado a mí mismo.
Reflejado en el espejo
infinito, cintilante,
estoy, encorvado, envuelto en humo
y ni siquiera sé ya
si es en verdad una ilusión
o soy yo en cambio
su imagen vacía.
Un fuerte murmullo me rodea,
pero las formas se hunden
en la atmósfera de cristal,
se velan de toda su luz
y están tan lejanas
que ya ni las siento.
Estoy solo, encorvado,
y no sufro más.
Allá abajo, tal vez,
a ese yo mismo más pálido
el alma le tiembla
de no sé qué dolor.
Ya no sufro más.
Me veo a mí mismo y a los otros
retorcerse febriles
en aquel cielo espléndido.