Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas, y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca, Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán: ¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Creo sentir, a veces que mi sangre en torrente se me escapa en sollozos lo mismo que una fuente. Oigo perfectamente su queja dolorida, pero me palpo en vano para encontrar la herida.
Dos guerreros se han precipitado uno sobre el otro; sus armas han salpicado el aire con destellos y sangre. estos juegos, estos tintineos del hierro son el estrépito de una juventud víctima del amor plañidero.
Cuando entre los disolutos el alba blanca y bermeja se asocia con el Ideal roedor, por obra de un misterio vengador en el bruto adormecido un ángel se despierta.
La tribu profética, de pupilas ardientes ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos el tesoro siempre listo de sus senos pendientes.
Mi pobre musa, !ay! ¿Qué tienes este día? Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas y alternándose veo reflejarse en tu tez la locura y el pánico, fríos y taciturnos.
Por cierto, ¿qué hace Dios de ese mar de anatemas que asciende día a día hasta sus serafines? Como un déspota ahíto de viandas y de vinos, al dulce son de nuestras blasfemias se adormece.
Extravagante deidad, oscura como las noches, con perfume mezclado de almizcle y de habano, obra de algún obi, el Fausto de la sabana, hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches,
Cantó una noche el alma del vino en las botellas: «¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado, desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos, un cántico fraterno y colmado de luz!»