Con indecible alegría
tuvo un joven la noticia
de que la suerte propicia
le premió en la lotería.
Toma en duros un millón,
lleva a su padre el dinero,
que en tono grave y severo
dale esta santa lección:
«Dime, ¿palabra formal
no me has dado de enmendarte
y al juego la menor parte
no exponer de tu caudal?»
«Tengo a más favor derecho;
yo jugué, sin duda alguna,
pero gané.» «¿Y la fortuna
acaso varía el hecho?
¿Una acción mala no es tal
del éxito coronada?
Tu falta fue calculada
y el acierto casual.»
Como éste justificados
hállanse pocos varones
que juzguen por las acciones
y no por los resultados.
Si quieres ser justo advierte
que en el caos más profundo
confundida está en el mundo
la prudencia con la suerte.