El perro y el gato, de Concepción Arenal | Poema

    Poema en español
    El perro y el gato

    Si no hubo malicia o yerro 
    de la historia en el relato, 
    estábase cierto gato 
    mano a mano con un perro. 

    Ponderaba entusiasmado 
    de su maña en recompensa, 
    sus asaltos de despensa 
    sus victorias de tejado: 

    «Ya descuelgo una morcilla 
    aunque esté lejos del suelo, 
    ya en el sótano me cuelo, 
    ya sorprendo una guardilla. 

    Si es lerda la fregatriz 
    ¡ay qué almuerzos!: Una polla 
    o la carne de la olla 
    y el besugo y la perdiz. 

    Aunque me dicen ¡maldito! 
    La maldición no me alcanza; 
    tenga yo llena la panza, 
    lo demás importa un pito. 

    No se yo por qué aprensión 
    estás siempre con tu tema, 
    es muy sencillo el dilema: 
    comer mal o ser ladrón. 

    No sabes lo que es buen queso, 
    ni buen pescado, ni flan, 
    ni otra cosa que mal pan 
    o algún descarnado hueso. 

    Y en vez de la libertad 
    que en mi tejado poseo, 
    ir con tu amo de paseo 
    sujeto a su voluntad. 

    ¿Y cuál es de esa virtud 
    el gran premio, las delicias?: 
    Cuatro inútiles caricias, 
    el hambre y la esclavitud. 

    Te luces por San Martín, 
    si tal galardón pretendes.» 
    «Hablas de lo que no entiendes, 
    -respondió grave el mastín-; 

    no tengo grandes regalos 
    como te sucede a ti; 
    mas tampoco andan tras mí 
    a maldiciones y a palos. 

    Dirás que entre veces mil 
    diez apenas te darán, 
    más vale cariño y pan 
    que odio con dulce y pernil. 

    ¿Te sonríes con malicia? 
    Te sonríes y no lloras, 
    ¡miserable!, porque ignoras 
    lo que vale una caricia. 

    Gustárasla una vez sola, 
    esta que ventura llamo, 
    cuando me acaricia el amo 
    y yo meneo la cola. 

    Cuando alguno me hace mal 
    o si hacérmelo pretende, 
    mi defensa al punto emprende 
    aun con riesgo personal. 

    Con el afán y el ahínco 
    que me abalanzo a su cuello, 
    y el placer que tengo en ello 
    y (a su) alrededor corro y brinco. 

    Entonces no esclavitud 
    en la mansedumbre vieras, 
    ni tonterías dijeras 
    que es la dulce gratitud. 

    ¡Que no tengo libertad! 
    ¡Que la tienes tú mayor! 
    ¿No sigo a mi bienhechor 
    por cariño y voluntad? 

    ¿De que no puedes gozar 
    que gozar no debo infieres? 
    ¡Miserable! Hay más placeres 
    que el de comer y robar; 

    hay más... Pero fuera yerro 
    decírselo al mentecato 
    que... ¿Puede entender un gato 
    la felicidad de un perro? 

    ¿Sabe el goloso ruin 
    la dicha exenta de hiel 
    que en ser querido y ser fiel 
    puede tener un mastín?» 

    Y del perro entusiasmado 
    era el razonar tan grave 
    que responderle no sabe 
    el gato, y vase cortado. 

    Consejo encierra y profundo 
    del perro y gato la historia, 
    trayendo a nuestra memoria 
    lo que sucede en el mundo. 

    El bien que a todos excede 
    suele no llamarse bien, 
    y aun le mira con desdén 
    el que alcanzarle no puede. 

    Mas el juego y la carroza 
    y la alfombrada escalera, 
    eso lo entiende cualquiera 
    porque cualquiera lo goza. 

    Y la común medianía 
    ni muy buena ni muy mala, 
    ve del perverso la gala 
    sin comprender su agonía. 

    Que juzgando por sí mismo 
    juzga el vulgo siempre mal 
    el dolor del criminal 
    y el placer del heroísmo. 

    Y si penetrar pudiera 
    de entrambos el corazón, 
    que ha envidiado sin razón 
    y que ha desdeñado viera. 

    Extraviada multitud 
    no creas en la ventura 
    de la indigna criatura 
    que escarnece la virtud. 

    Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.