Sostenía Don Cipriano
que el agua de cierta fuente
se encontraba más caliente
en invierno que en verano.
Quiso su interlocutor
saber por cuál ilusión
apariencia de razón
tenía tamaño error.
«Si la mano en el estío
-gravemente respondió-
mete V. cual meto yo,
verá qué terrible frío.
Si un día de invierno crudo
repite la operación,
de calor grata impresión
sentirá.» «De ello no dudo.
Refiriéndose a la mano,
grande el error ser debía
estando en invierno fría
y caliente en el verano.
Sabiendo vuestra prudencia,
paréceme sorprendente
que atribuyáis a la fuente
y no a vos la diferencia.»
Sólido fue el argumento,
mas aún así no bastó;
como dicen, no cayó
el hombre de su jumento.
Hasta que en julio y enero,
el termómetro aplicando
y al buen sentido apelando
salió de su error primero.
No miremos con desprecio,
aunque el caso nos asombre,
la razón de este buen hombre;
no era, ni con mucho, un necio.
Pero arraigado y profundo
está en todos cierto vicio,
y es, al formular un juicio,
hacerse el centro del mundo.
Convertirnos en medida
que a todos se ha de aplicar,
y vida y razón juzgar
por nuestra razón y vida;
trasformar las sensaciones,
como el héroe de este cuento,
en apoyo y fundamento
de extraviadas opiniones.
Pensemos que, al juzgar mal
con propio y ajeno daño,
para enmendar el engaño
no hay termómetro moral.
Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.