El murciélago y el ruiseñor, de Concepción Arenal | Poema

    Poema en español
    El murciélago y el ruiseñor

    «¡Oh! Enojosa luz del día! 
    ¡Del sol horrible presencia! 
    ¡Y cuán dulce la existencia 
    sin vosotros gozaría! 

    ¡Entonces con libertad 
    saliera yo a cualquier hora 
    sin huir como hago ahora 
    la enemiga claridad! 

    ¿La providencia está ciega?... 
    ¿Cómo, en mi querella triste, 
    aunque justicia me asiste, 
    siempre justicia me niega?» 

    Esto un murciélago dijo 
    poco antes de amanecer, 
    al tiempo de irse a meter 
    cual solía en su escondrijo. 

    Escuchóle un ruiseñor 
    viendo, de cólera lleno, 
    cómo de razón ajeno 
    blasfema del Criador. 

    Y díjole: «¡Miserable! 
    ¿Cómo has osado juzgar 
    lo que no puede alcanzar 
    tu pequenez despreciable? 

    ¿Ni tu estólida osadía 
    cómo conseguir pretende 
    porque tus ojos ofende 
    que en noche se torne el día? 

    Sabes que, si complacerte 
    quisiera Dios por capricho, 
    necio y repugnante bicho, 
    hallaras luego la muerte? 

    A ti, insolente hablador, 
    fuérate el cambio fatal, 
    que si la luz te hace mal 
    has menester el calor. 

    ¿Quién en más de una ocasión 
    no ha visto la copia fiel 
    del murciélago en aquel 
    que maldice la razón? 

    ¿Qué hicieras sin ella, di, 
    maldiciente a quién deslumbra? 
    Ella a unos pocos alumbra 
    y éstos te guían a tí.» 

    Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.