Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad el cuerpo de una mujer, que esperan que su anhelo haga un niño, que su oquedad misma fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto, ya que son a la vez casas y túneles, copas y las que escancian el vino, ya que conocen el vacío como estado temporal entre dos plenitudes, y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre, condenado a esa infinita vaciedad, y no teniendo alternativa, encontraría, como los otros, sin duda, una mujer para bautizarla Vientre de Luna, Madona, Diosa del Cabello de Oro y hacerla tienda de mi deseo, paracaídas de seda de mi lujuria, icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual, madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer, debo no sólo inspirar el poema sino también escribirlo a máquina, no sólo concebir al niño sino también darlo a luz, no sólo dar a luz al niño sino también bañarlo, no sólo bañar al niño sino también alimentarlo, no sólo alimentar al niño sino también llevarlo a todas partes, a todas partes…
mientras que los hombres escriben poemas sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad.
Aquí, en el fin del mundo, las flores sangran como si fueran corazones; los corazones exudan una oscuridad parecida a la tinta china donde los poetas mojan sus plumas y escriben.
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que cualquiera de los hombres. Segundo, tienes que acostarte con todo el mundo. Y tercero, tienes que haberte muerto. Poeta masculino, en conversación.
Los hicimos con la imagen de nuestros miedos para llorar en las puertas, en las despedidas- aún las más breves. A rogar por comida en la mesa y para mirarnos con esos ojos enormes dolorosos, y para quedarse a nuestro lado
Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad el cuerpo de una mujer, que esperan que su anhelo haga un niño, que su oquedad misma fertilice lo oscuro.