Aquí, en el fin del mundo, las flores sangran como si fueran corazones; los corazones exudan una oscuridad parecida a la tinta china donde los poetas mojan sus plumas y escriben.
'Aquí, en el fin del mundo', escriben, sin saber lo que significa. 'Aquí, donde el cielo mama leche negra, donde las chimeneas alimentan el cielo, donde los árboles tiemblan aterrorizados y la gente llega a parecérseles...'
Aquí, en el fin del mundo, los poetas sangran. Se supone que sangrar y escribir son la misma cosa; se supone que cantar y sangrar son la misma cosa.
¡Escríbenos una carta! ¡Envíanos un paquete de comida! Confórtanos con proverbios o fruta azucarada, háblanos de un Dios. Distráenos con teorías del arte que nadie puede probar.
Aquí, en el fin del mundo, tenemos las cabezas vacías, y el viento las atraviesa como fantasmas en una casa encantada.
Poema en el idioma original
The end of the world
Here, at the end of the world, the flowers bleed as if they were hearts, the hearts ooze a darkness like india ink, & poets dip their pens in & they write.
'Here, at the end of the world,' they write, not knowing what it means. 'Here, where the sky nurses on black milk, where the smokestack feed the sky, where the trees tremble in terror & people come to resemble them. . . . '
Here, at the end of the world, the poets are bleeding. Writing & bleeding are thought to be the same; singing & bleeding are thought to be the same.
Write us a letter! Send us a parcel of food! Comfort us with proverbs or candied fruit, with talk of one God. Distract us with theories of art no one can prove.
Here at the end of the world our heads are empty, & the wind walks through them like ghosts through a haunted house.
Aquí, en el fin del mundo, las flores sangran como si fueran corazones; los corazones exudan una oscuridad parecida a la tinta china donde los poetas mojan sus plumas y escriben.
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que cualquiera de los hombres. Segundo, tienes que acostarte con todo el mundo. Y tercero, tienes que haberte muerto. Poeta masculino, en conversación.
Los hicimos con la imagen de nuestros miedos para llorar en las puertas, en las despedidas- aún las más breves. A rogar por comida en la mesa y para mirarnos con esos ojos enormes dolorosos, y para quedarse a nuestro lado
Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad el cuerpo de una mujer, que esperan que su anhelo haga un niño, que su oquedad misma fertilice lo oscuro.