Donde dura la vida, de Félix Grande | Poema

    Poema en español
    Donde dura la vida

    Están los haces de la mies dorada 
    sobre un rastrojo de algo más de anega. 
    Pan y pienso ha iniciado ya la siega 
    del trigo y la cebada. 

    Aún queda sobre el surco algún centeno 
    y algo de avena. Pronto habrá acabado 
    la recogida. Llegará el arado. 
    Luego, la siembra y la esperanza. Es bueno 

    mirar al campo. Es bueno. Oh gran septiembre. 
    En el otoño mágico, el barbecho 
    se dispone a criar, a darle el pecho 
    a la semilla que caerá en diciembre. 

    Es bueno ver que el campo en primavera 
    alarga en paz y luz su verde mano 
    hasta tocar el vientre del verano 
    mientras otoño aún no nacido espera. 

    Y he aquí el pienso y la harina y el pan tierno 
    y he aquí la lenta rueda de la vida 
    con generosidad inadvertida: 
    primavera, verano, otoño, invierno… 

    Son palabras antiguas que la gente 
    no asocia ya a su corazón. Comemos, 
    vivimos… Y no vemos 
    que es en el campo donde está el presente. 

    Pero quién ve el presente, quién da oído 
    al que cosecha pan. Está el labriego 
    abandonado a la mitad de un ruego, 
    dando la vida y recibiendo olvido. 

    Y entre tanto, un goteo de furia fría 
    en nombre del pasado y del futuro 
    va levantando un muro 
    en que el presente llorará algún día. 

    ¿Otra vez? Los frenéticos, los yertos 
    malos labriegos, ¿sembrarán la guerra 
    sobre esta siempre ensangrentada tierra 
    ahíta de hermanos enemigos muertos? 

    Es bueno ver a esta alba mies caída 
    sobre un rastrojo de infantil tamaño 
    y saber que es ahí, año tras año, 
    donde dura la vida.