Mi amada
estará pensando en mí:
¡la una de la madrugada!
¿El amor empieza así,
cada uno solo en su lecho,
sin dormir,
y deseando recibir
otro balazo en el pecho?
El camino
clandestino
con rumor de sabia nueva
y tierra sin pisar, ¿ lleva
a buen fin, a buen destino?
¿O es otra vez el ciclón
que empieza con un suspiro
y que acabará de un tiro
partiéndome el corazón?
No lo sé.
Me temo quo lo sabré
cuando estén llenos de azufre
los silos de la memoria:
¿Sólo comprende el que sufre?
¿Sólo el dolor tiene historia?
¿O quizás, y todavía,
será posible inventar
la historia de la alegría?
¡Preguntar y preguntar,
desvelado,
con azufre en el pasado
y fracturas y despojos
en donde ponga los ojos!
Sin embargo, ¡ah, sin embargo,
don Antonio!,
por entre un saber amargo
aguardo como un demonio
que una mujer, desvelada
por un secreto y un hombre,
ponga mi nombre en su almohada
y al fin se duerma dichosa
con una mano olvidada
orilla a su oscura rosa.
¿No escarmienta la ilusión?
¡La una de la madrugada
y el tictac del corazón
avanzado, sin dormir
y afanoso,
por el tiempo misterioso
que aún falta para morir!