Al acertar es imposible escoger lo heredado, señalar el amor que nos viene encontrado. Cuántos dedos son, sin haberlos tocado, meses que el mar deshizo en naufragios.
Cinco espigas hornadas al verano, agitadas al viento y flotando, quedando y migrando al sur de los delicados años en boga destreza de estados.
Es tú, tacto tan similar y adverso, tan certero y contrario. Sólo tú, los lados anversos de esta piel de cambiantes abstractos.
Es esa mano alzada dibujando a futuros en este teatro de recorridos palmados. Siamesa suavidad de esfera que no aflige y adora los pasos hacia lo ajeno y cercano.
No estamos ofrenda ni premio. Son las manos, éstas, tan así, las solas saben cómo cercarnos.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.
Transcurrir en banquete o hambruna, vida requerida, dulce, insatisfactoria, limitada a intermitencias como lo está una cucharilla: liviana, ligera sólo contiene lo que no rebosa, agujero en potencia.
No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.