Yo significa espejo.
Una ciudad habitada por tantos
sujetos abiertos,
a veces, omitidos a un párrafo.
La casa es una casa
si se usa como casa.
Si no, es un edificio,
un desahucio, una estafa
al arquitecto, al vendedor
de cemento, al que coloca
los ladrillos. Un museo
sin importancia.
Yo no es el espejo de yo mismo.
Tú siempre serás distancia.
Él, irremediablemente ajeno.
Nosotros, el refugio.
Vosotros, vecindad del enemigo.
Ellos, mafia inagotable.
La frontera son alambres
de miedo filtrando el acento
de quien no es mesurable
por los números de su atuendo.
Yo: soy un hermano del término.
Innecesario se dice. Se define
a un extremo del significado.
Yo como metáfora del margen.
Amor: centro de mi vocabulario,
Sol de mi sistema sintáctico,
ortografía de mis labios.
Contigo,
poeta es más sinónimo,
yo significo espejo.
Las estrellas esperan la luna
para lucir sus vestidos de noche
como la luz espera tu sonrisa
para iluminar los corazones.
Las dunas viajan de arena
cubriendo y descubriendo valles
como tus dedos viajan de seda
tapando y destapando huracanes.
En sus pupilas negras
bailan las luciérnagas
cuando se enamoran.
Así nacen las estrellas.
Así, cuando se acercan,
late ignífera la aurora.
Así se apaga una vela.
Así, cuando se alejan,
olvida su olor la rosa.
Ramas esculpidas bajo mármol,
lluvia entre cascadas de sables,
sombras hundidas en el barro.
Desde entonces soy rayo latente.
Antes encina, nogal, a veces sauce.
Ahora me quedo fuego, impotente.
No puedo decir que la amé.
Sería mentir.
La amé, eso es cierto,
pero no fui yo.
Fue un extraño ser,
una cándida y pueril imagen
de mi rostro imberbe,
de mis ojos dulces
y sonrisa complaciente.
Tal vez ese extraño la amase.
A los hechos me remito
ante la duda
bajo llave
cabe esperar
con el rabo entre las piernas
contra lo establecido
de perdidos al río
desde que nací
en el brillo de tus ojos
entre pasado y futuro
hacia tu rostro
hasta chocarme
Todo ha sucedido más rápido
de lo esperado.
La bala atravesó su cabeza
antes incluso
de que la gota de sudor
o lágrima, no se sabe,
impactara
contra el suelo.
Antes incluso
que el barro.
“Disculpe señor ministro
pero es usted un cabrón”.
La sala parecía estar de acuerdo,
hasta el mismísimo presidente
callaba a favor. “Lo es”,
empezó a decir, “ministro
esperanzador. Es usted
sin duda un gran cabrón,
si no el mejor”.
Ahora tienes que decirlo,
bien alto y bien claro.
Decirlo bien, nada de susurros
de altavoz descabezado.
Como tú sabes. Ya saben
de lo que eres capaz
cuando te escondes.