Amor, de Gabriel Celaya | Poema

    Poema en español
    Amor

    Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. 

    Esta tarde –mar, pinares, azul–, 
    suspendido entre los brazos ligerísimos del aire 
    y entre los tuyos, dulce, dulce mía, 
    un ritmo palpitante me cantaba: 
    es fácil y, a veces, casi alegre. 

    La brisa unía en un mismo latido 
    nuestros cuerpos, los árboles, las olas, 
    y nosotros no éramos distintos 
    de las nubes, los pájaros, los pinos, 
    de las plantas azules de agua y aire, 
    plantas, al fin, nosotros, de callada y dulce carne. 

    La tierra se extasiaba; ya casi era divina 
    en las nubes redondas, en la espuma, 
    en este blanco amor que, radiante, se eleva 
    al suave empuje de dos cuerpos que se unen 
                                 en la hierba. 

    ¿Recuerdas, dulce mía, cuando el aire 
    se llenaba de palomas invisibles, 
    de una música o brisa que tu aliento 
    repetía apresurado de secretos? 

    Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. 
    Contigo entre los brazos estoy viendo 
    caballos que me escapan por un aire lejano, 
    y estoy, y estamos, tocando con los labios 
    esas flores azules que nacen de la nada. 

    Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. 
    Al hablar, confundimos; al andar, tropezamos; 
    al besarnos no existe un solo error posible: 
    resucitan los cuerpos cantando, y parece 
    que vamos a cubrirnos de flores diminutas, 
    de flores blancas, lo mismo que un manzano. 

    Dulce, dulce mía, ciérrame los ojos, 
    deja que este aire inunde nuestros cuerpos; 
    seamos solamente dos árboles temblando 
    con lo mismo que en ellos ha temblado esta tarde. 

    Vivir es más que fácil: es alegre. 
    Por caminos difíciles hoy llego 
    a la simple verdad de que tú vives. 
    Sólo quiero el amor, el árbol verde 
    que se mueve en el aire levemente 
    mientras nubes blanquísimas escapan 
    por un cielo que es rosa, que es azul, que es 
                                  gris y malva, 
    que es siempre lo infinito y no comprendo, 
    ni quiero comprender porque esto basta: 
    ¡amor, amor!, tus brazos y mis brazos 
    y los brazos ligerísimos del aire que nos lleva, 
    y una música que flota por encima, 
    que oímos y no oímos, 
    que consuela y exalta: 
    ¡amor también volando a lo divino!