Como si todo estuviera de nuevo comenzando puesto que el dios sólo existe en tanto que instantáneo, fulgurante, terrible y ¡ah!, por eso no se dice ni puede repetirse -¡tanto si bien se mira se parece a la muerte!-, como si lo eterno fuera justamente lo más tonto, como si fuera posible no pensar, veo lo bello.
El amor y la tierra se abrazan sollozando, y la arcilla y el ansia, y el hombre nuevo nace. —¿De dónde vienes, dime; di, amigo, adónde vienes? (Unos pájaros largos volaban sobre el llano).
Esta tarde –mar, pinares, azul–, suspendido entre los brazos ligerísimos del aire y entre los tuyos, dulce, dulce mía, un ritmo palpitante me cantaba: es fácil y, a veces, casi alegre.
Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre; va por los bulevares y vuelve por sus versos, escucha el corazón que, insumiso, golpea como un puño apretado fieramente llamando, y se sienta en los bancos de los parques urbanos,
Me asomo a mi agujero pequeñito. Fuera suena el mundo, sus números, su prisa, sus furias que dan a una su zumba y su lamento. Y escucho. No lo entiendo.
Yo me siento. Tú te sientes. Nos sentimos, estamos juntos. Somos terriblemente dichosos, como el cielo siempre azul, como el espanto, como la luz que es la luz, como el espacio. . Si ahora me preguntaran por qué estoy tan contento,
¡Qué extraño es verme aquí sentado, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar, y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba, y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!
Como si todo estuviera de nuevo comenzando puesto que el dios sólo existe en tanto que instantáneo, fulgurante, terrible y ¡ah!, por eso no se dice ni puede repetirse -¡tanto si bien se mira se parece a la muerte!-,