Vámonos a soñar al jardín solitario... Allí, bajo el boscaje de laurel, las violetas y las rosas perfuman un místico sagrario hecho para las novias de los tristes poetas.
Al fin nos hallaremos. Las temblorosas manos apretarán, suaves, la dicha conseguida, por un sendero solo, muy lejos de los vanos cuidados que ahora inquietan la fe de nuestra vida.
Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado sin yo verlo, que, a veces, voy a ver, y que, a veces olvido. El que calla, sereno, cuando hablo, el que perdona, dulce, cuando odio, el que pasea por donde no estoy,
Estos crepúsculos tibios son tan azules, que el alma quiere perderse en las brisas y embriagarse con la vaga tinta inefable que el cielo por los espacios derrama, fundiéndola en las esencias que todas las flores alzan