Pie para el niño de Vallecas de Velázquez, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Pie para el niño de Vallecas de Velázquez

    Bacía, Yelmo, Halo. 
    Este es el orden, Sancho. 

    De aquí no se va nadie. 

    Mientras esta cabeza rota 
    del Niño de Vallecas exista, 
    de aquí no se va nadie. Nadie. 
    Ni el místico ni el suicida. 

    Antes hay que deshacer este entuerto, 
    antes hay que resolver este enigma. 
    Y hay que resolverlo entre todos, 
    y hay que resolverlo sin cobardía, 
    sin huir 
    con unas alas de percalina 
    o haciendo un agujero 
    en la tarima. 
    De aquí no se va nadie. Nadie. 
    Ni el místico ni el suicida. 

    Y es inútil, 
    inútil toda huida 
    (ni por abajo 
    ni por arriba). 
    Se vuelve siempre. Siempre. 
    Hasta que un día (¡un buen día!) 
    el yelmo de Mambrino 
    —halo ya, no yelmo ni bacía— 
    se acomode a las sienes de Sancho 
    y a las tuyas y a las mías 
    como pintiparado, 
    como hecho a la medida. 
    Entonces nos iremos todos 
    por las bambalinas. 
    Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas, 
    y el místico, y el suicida.

    • No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, 
      ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara 
      en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río y por la nube... 

    • Y ahora pregunto aquí: 
      ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? 
      ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios 
      para que me tapen la boca cuando muera, 
      con una paletada de tierra? 
      No. He venido y estoy aquí, 

    • Deshaced ese verso, 
      Quitadle los caireles de la rima, 
      el metro, la cadencia 
      y hasta la idea misma... 
      Aventad las palabras... 
      y si después queda algo todavía, 
      eso 
      será la poesía. 
      ¿Qué 
      importa 
      que la estrella 
      esté remota 

    • Pero ¿qué están hablando esos poetas de ahí de la palabra? 
      Siempre en discusiones de modisto: 
      que si desceñida o apretada... 
      que si la túnica o que si la casaca... 
      La palabra es un ladrillo, ¿Me oísteis?... ¿Me ha oído usted, Señor Arcipreste? 

    • A Alberto López Argüello 
       
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda cantar a la usanza 
      de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan! 
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda entonar con una voz engolada 
      esas brillantes romanzas 

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