Balada del disparatorio báquico, de León de Greiff | Poema

    Poema en español
    Balada del disparatorio báquico

    Aquesto dixo El Ebrio, una vegada. 
    Aquesto dixo con su voz cansada. 
    Aquesto dixo por la madrugada. 

    Yo dello non sé nada. 

    Bebamos en las cráteras de oro 
    que laboró el cincel benvenutino, 
    champagne, bulbente y bullicioso vino. 

    Bebamos en las ánforas de barro 
    doria hidromiel; en el panzudo jarro 
    blonda cerveza, y en las cristalinas 
    frágiles copas el anís sonoro 
    así como las finas 
    mixturas sibilinas. 

    Porque es dulce olvidar. 

    Bebamos en las cráteras de oro 
    el líquido tesoro 
    que enloquece las mentes 
    y elide los deseos, 
    y que sume los sueños impotentes 
    en helados Leteos!. 

    Porque es dulce olvidar. ¿Algo esculpido 
    quedar merece en el cerebro? Nada! 
    Porque es dulce olvidar... 

    El viento azota 
    la cima de los árboles, tedioso; 
    vacila el corazón ante la rota! 
    El espíritu vago! 
    ¡La voluntad errátil 
    es un tortuoso Yago! 
    y el soñar aterido...: 
    ¡el soñar aterido y nó vibrátil 
    ni altanero!... y nostálgico, anheloso 
    de una distinta vida... 

    Los jardines románticos 
    horros están de idilios. 
    Y son hueros los cánticos 
    jocundos de Himeneo! 

    Dormita ya el Deseo! 
    Ya dormita el Amor!. 
    Y yerra -enloquecida- 
    por sus ludies exilios 
    de Dolor, 
    l'alma pura de Ofelia, 
    mientras Hamlet, moroso y taciturno 
    sepultose en sí mismo! 

    Ya no existe 
    la verdad, si ha existido... Ya no es nada 
    la belleza, y lo es todo! y la tristeza 
    ¡cómo es asaz vulgar y adocenada! 

    Yo bucéo un abismo 
    y el tal abismo es hueco! 
    Todo es superficial, mentido y triste. 
    Todo: el Amor y la Naturaleza, 
    el Mar, las Nubes, la ideal Belleza: 
    sólo restan cinismo, 
    rutina, y el enteco 
    sentido de lo práctico y la cómica 
    metafísica vómica! 

    Es preciso beber la sangre cálida 
    de los magos elixires! 
    Complicados brebajes, quinta-esencia, 
    sudor de las retortas y alambiques; 
    todos los filtros químicos y alquímicos 
    el díctamo, el nepentes, 
    súmanme en la demencia! 

    En el absintio quiero que se esconda 
    -tras de sus de sirena glaucos ojos- 
    mi espíritu arbitrario, 
    mi corazón, y toda la amargura 
    de abolidos despojos! 

    Es preciso beber la sangre cálida, 
    sangre morena 
    o sangre blonda! 
    En el absintio quiero que se esconda 
    -tras de sus glaucos ojos de sirena- 
    mi corazón, y toda la amargura! 

    La azul locura pálida, 
    soberana locura, 
    se asile en mi cerebro solitario! 

    Bebamos en las cráteras de oro 
    todo el licor que corre por la vena 
    de la pródiga uva; 
    y hagamos la serena 
    -la serena o la loca- 
    vida del que en sí propio no se toca 
    y que en nada se halla...: 

    -Búdico sér en éxtasis, 
    Jaiyám bajo los astros, 
    Edgar en la taberna, 
    Diógenes en su cuba... 
    Desdeñosos e impávidos, 
    sonrientes, 
    mirando la batalla 
    sempiterna, mirando la batalla 
    de apetitos, la gresca y el estridir de dientes 
    y el vulgar forcejeo 
    para ascender, para medrar, para vivir... 

    Nosotros -sí, nosotros- 
    olímpicos yazgamos sobre el trípode sacro: 
    claudicantes e irónicos, 
    sonrientes espectadores del simulacro, 
    sin recordar, sin añorar, 
    sin anhelar, 
    ¡sin un solo deseo! 

    Brtiña el trágico véspero 
    con sus hórridas lumbres 
    incendiarias; 
    dóre el amanecer con vagas lumbres 
    y medias-tintas de atediada suavidad; 
    o aljofáre la luna 
    del bebedor la cabellera bruna 
    o la blonda o endrina cabellera 
    nimbada de doliente claridad, 
    y bebamos el vino, 
    y bebamos el vino, 
    y bebamos el vino! 

    Aquesto dixo El Ebrio una vegada. 
    Aquesto dixo con su voz cansada. 
    Aquesto dixo por la madrugada. 

    Yo dello non me curo. Yo dello non sé nada