Grave fue nuestro amor, y más callada
aquella noche frescamente umbría,
polvorosa de estrellas se ponía
cual la profundidad de una cascada.
Con la íntima dulzura del suceso
que abandonó mis labios tus sonrojos,
delirados de sombra ví tus ojos
en la embebida asiduidad del beso.
Y lo que en ellos se asomó a mi vida,
fue tu alma, hermana de mi desventura,
avecilla poética y oscura
que aleteaba en tus párpados rendida.