A Rubén Darío y otros cómplices, de Leopoldo Lugones | Poema

    Poema en español
    A Rubén Darío y otros cómplices

    Aut insanit homo, aut versus facit 
    HOR., Sat. VII, lib. II 

     
    Habéis de saber 
    que en cuitas de amor, 
    por una mujer 
    padezco dolor. 

     
      Esa mujer es la luna, 
      que en azar de amable guerra, 
      va arrastrando por la tierra 
      mi esperanza y mi fortuna. 

      La novia eterna y lejana 
      a cuya nívea belleza 
      mi enamorada cabeza 
      va blanqueando cana a cana. 

      Lunar blancura que opreso 
      me tiene en dulce coyunda, 
      y si a mi alma vagabunda 
      la consume beso a beso, 

      a noble cisne la iguala, 
      ungiéndola su ternura 
      con toda aquella blancura 
      que se le convierte en ala. 

    En cárcel de tul, 
    su excelsa beldad 
    captó el ave azul 
    de mi libertad. 

     
      A su amante expectativa 
      ofrece en claustral encanto, 
      su agua triste como el llanto 
      la fuente consecutiva. 

      Brilla en lo hondo, entre el murmurio, 
      como un infusorio abstracto, 
      que mi más leve contacto 
      dispersa en fútil mercurio. 

      A ella va, fugaz sardina, 
      mi copla en su devaneo, 
      frita en el chisporroteo 
      de agridulce mandolina. 

      Y mi alma, ante el flébil cauce, 
      con la líquida cadena, 
      deja cautivar su pena 
      por la dríada del sauce. 

    Su plata sutil 
    me dio la pasión 
    de un dardo febril 
    en el corazón. 

     
      Las guías de mi mostacho 
      trazan su curva; en mi yelmo, 
      brilla el fuego de San Telmo 
      que me erige por penacho. 

      Su creciente está en el puño 
      de mi tizona, en que riela 
      la calidad paralela 
      de algún ínclito don Nuño. 

      Desde el azul, su poesía 
      me da en frialdad abstrusa, 
      como la neutra reclusa 
      de una pálida abadía. 

      Y más y más me aquerencio 
      con su luz remota y lenta, 
      que las noches trasparenta 
      como un alma del silencio. 

    Habéis de saber 
    que en cuitas de amor, 
    padezco dolor 
    por esa mujer.