Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil, y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía. Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas. Me perderé en un bosque que cruzo con mis manos, y pediré una larga estepa donde los labios hablen. Me ves sorprendido, anonadado, pensando en habitarte. Y tú, mientras, te abandonas al cálido primor del aire. Te dejas en la luz, que te navega; y si miro tus ojos vuelvo al jardín oscuro donde es verano el verde. Te miro otra vez y casi no te creo posible. Fulges, encantas, guarda tu cuerpo el hechizo insabido de la tierra. Y despacio sonríes al irme yo acercando, atónito, hacia ti mientras el sol nos cubre con su luz, nos desdibuja, y nos va metiendo en la calma inmensa y rubia de la tarde.
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa, tu corbata de tarde, la carta que le escribes a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero.
Soy de los que ardientemente detestan la injusticia, de los que creen que es indigno casi cualquier privilegio; y al tiempo soy clasista y amo la diferencia. Creo en el pueblo y me llena de rabia la pobreza, mas soy también feroz individualista, singular extremo.
He ido muchas veces ataviado de tristeza, hundiéndoseme el mundo a cada rato, fingiendo entre los amigos que me interesaba algo... Me da miedo quien me mirase, y angustia me producía no ser perfecto,
Yo, señor, salí de Rusia por Crimea. Era en 1919. Hacía diseños vanguardistas para los ballets. Pintaba colores infames, excesivos, caucásicos, y vestía con delicado exotismo... En Estambul, primero, viví la miseria de amores sin dueño.
Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil, y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía. Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas.
Seguramente estaba sola. Llevaba los ojos muy cercados de negro. Era mayor, vieja, con ropas gastadas. Por la noche -más aún en invierno- se acercaba a los jardines del convento o del parque con su bolsa de plástico llena de despojos para gatos.