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  • Tractatus de amore, de Luis Antonio de Villena | Poema

Tractatus de amore, de Luis Antonio de Villena | Poema

  • Poesía Recitada -Tomás Galindo-
  • Poema en español(solapa activa)
Poema en español
Tractatus de amore

   I 


No digas nunca: Ya está aquí el amor. 
El amor es siempre un paso más, 
el amor es el peldaño ulterior de la escalera, 
el amor es continua apetencia, 
y si no estás insatisfecho, no hay amor. 
El amor es la fruta en la mano, 
aún no mordida. 
El amor es un perpetuo aguijón, 
y un deseo que debe crecer sin valladar. 
No digas nunca: Ya está aquí el amor. 
El verdadero amor es un no ha llegado todavía... 



   II 


Y es que el verdadero amor -nos dicen- nunca jamás 
se parece a su imagen. 
Disociadas la forma y la materia, 
se nos obliga a elegir, 
considerando en más a la anterior morada. 
(¡Pequeña traición, dulce retaguardia, muy humana!) 
Porque el verdadero amor coincide 
con sí mismo, 
y dice bien Novalis que todo será cuerpo 
un día que anhelamos. 
Columna de oro y niño de azul, 
el tetractys entregado en la mirada, 
tú fuiste al tiempo unísono 
el amor y su imagen 
y sólo la realidad trastocó nuestros cuerpos 
o confundió con falsa voz nuestra amistad equivocada. 
Porque no siempre es posible el encuentro 
y hostil es, a menudo, el bosque y su carcoma, 
y se cubren los senderos de hojas malas... 
Mas el verdadero amor, el alto amor, 
-lo sé y te vi- 
coincide, inevitablemente, con su alta representación afortunada. 



   III 


¿Será el amor vencer tan sólo al cuerpo 
con el cuerpo? Porque el ansia de beldad 
empuja hacia dentro, para alcanzar un alma 
confundida con las formas mismas de la materia... 
Y al succionar los labios bebes alma, 
y al estrechar el pecho tocas otro jardín 
cuyas ramas te alcanzan. Queremos romper 
el cuerpo para encontrar el cuerpo, bañarnos 
en el pozo acuático de adentro con la imagen 
misma que la luz nos muestra. Posesionar 
el cuerpo para tocar un alma que es el mismo cuerpo. 
Pues al ver y palpar el dorado desierto 
de tu cuerpo, saltaba el alma en mis labios 
deseando entrar en ti, restregarse a ti, ser en ti, 
chupando tus axilas y tus nalgas y tu cuello, 
ebria de ti, la absurda, la infame, la degenerada... 



   IV 


Ya que el más alto amor es imposible. 
Ya que no existe el alma pura convertida en cuerpo. 
Ya que el instante detenido 
(¡oh, párate un momento, eres tan bello!) 
no es más que un grato sueño de la literatura. 
Ya que se muda el dios de un día 
y el tiempo torna falaz toda imagen armónica. 
Ya que el eterno muchacho es sólo mito 
y fugaz representación que solemniza el arte; 
cuando alguien nos provoca amor, 
cuando sentimos el ansia irreprimible 
de estar con fuertemente, y de abrasarnos, 
cuando creemos que aquel ser es toda 
la dorada plenitud, sin dudar nos engañamos. 
(Una magia y un deseo nos embaucan. ) 
No existe el sumo amor. Es tan sólo 
un impulso del alma, y unas horas o unos meses, 
ciegos, felices, burlados... 



   V 


Aunque quizá todo esto es mentira. 
Y el único amor posible (entiéndase, pues el Amor con mayúscula) 
sea un ansia poderosa y humilde de estar juntos, 
de compartir problemas, de darse calor bajo los cubrecamas... 
Reír con la misma frase del mismo libro 
o ir a servirse el vino a la par, cruzando las miradas. 
Deseo de relación, de compartir, de comprender tocando, 
de entrar en otro ser, que tampoco es luz, ni extraordinario, 
pero que es ardor, y delicadeza y dulzura... 
No la búsqueda del sol, sino la calma día a día encontrada. 
El montón de libros sobre la mesa, tachaduras y tintas 
en horarios de clase, el programa de un concierto, 
un papel con datos sobre Ophuls y la escuela de Viena... 
Quizá es feliz tal Amor, lleno de excepcionales minutos 
y de mucha, mucha vulgaridad cotidiana... 
Amor de igual a igual, con arrebato y zanjas, pero siempre amor, 
un ansia poderosa, pobre, de estar unidos, juntos, 
acariciar su pelo mientras suena la música 
y hablamos de las clases, de los libros, 
de los pantalones vaqueros, 
o simplemente de los corazones... 
Aunque quizá todo esto es mentira. 
Y es la elección, elegir, lo que finalmente nos desgarra. 



   VI 


Pero no utilices la palabra desprecio 
si no aceptan el amor que regalas. 
Si es un amor de palabras dulces, 
de comprensión, de afecto, de ternura, 
sabrás bien que el obsequio que 
ofreces no lo has de dar tú solo... 
Y si es pasión tu amor, 
si es un arrebatamiento que desborda 
y desdeña la vida cotidiana, 
entonces el regalo recae sobre ti propio. 
Desprecio no habrá en ningún caso. 
Sólo carencia. Echar algo en falta. 
Pero es que todo gran amor, 
el poderoso amor, el importante amor, 
el que llenaría plenamente un vivir, 
ése es siempre ausencia, hay un foso 
siempre; lo ves y no lo alcanzas... 



   VII 


Eres, al fin, el nombre de todos los deseos. 
No importa sin en ti buscamos la solicitud o la amistad. 
No importa si es el río dorado de la carne, 
o el alma, el inasible alma, 
siempre la última frontera. 
Son tuyos todos esos nombres, y en ellos te vemos 
pero nunca, jamás te acercas. 
No eres el codiciado calor de la leña 
que temen perder quienes tienen morada y compañero. 
No eres el brillo acuático, ni la piel del ídolo solar 
que buscan paseantes solitarios. 
Tampoco la marcha alada, el cendal bello, la plática antigua 
del que desea la corpórea forma (aunque espiritual) 
del ángel... 
Sombrío dios sin devotos, les prestas tu mirar a todos ellos, 
pero ninguno eres. 
Estás siempre más allá, más lejos. 
Y no te adornan aljabas ni rosas. 
Ni proteges en tu seno a quienes nombran la palabra amor, 
o dicen cumplirla, célibes y familiares. 
Sobre tus largas uñas pones frío oro molido, 
y en tus ojos oscuros dejas entrar la luna... 
¿Qué nombre darte? ¿Amor Hipólito, Cupido? 
Eres un dios de muertos. El dios, por excelencia. 
Y pues que nada te cumple, ni rosas te sirven 
ni anacreónticas imágenes. 
Frío cuerpo de oro, las rojas amapolas te coronan 
y las plantas del largo sueño eterno. 

  • Un arte de vida, de Luis Antonio de Villena | Poema

    Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa, 
    tu corbata de tarde, la carta que le escribes 
    a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás 
    en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto 
    de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero. 

  • Príncipe di Montenevoso, de Luis Antonio de Villena | Poema

    Soy de los que ardientemente detestan la injusticia, 
    de los que creen que es indigno casi cualquier privilegio; 
    y al tiempo soy clasista y amo la diferencia. 
    Creo en el pueblo y me llena de rabia la pobreza, 
    mas soy también feroz individualista, singular extremo. 

  • Costura propia, de Luis Antonio de Villena | Poema

    He ido muchas veces ataviado de tristeza, 
    hundiéndoseme el mundo a cada rato, 
    fingiendo entre los amigos que me interesaba algo... 
    Me da miedo quien me mirase, 
    y angustia me producía no ser perfecto, 

  • Martas cibelinas, de Luis Antonio de Villena | Poema

    Yo, señor, salí de Rusia por Crimea. 
    Era en 1919. 
    Hacía diseños vanguardistas para los ballets. 
    Pintaba colores infames, excesivos, caucásicos, 
    y vestía con delicado exotismo... 
    En Estambul, primero, 
    viví la miseria de amores sin dueño. 

  • Magia en verano, de Luis Antonio de Villena | Poema

    Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje 
    imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil, 
    y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía. 
    Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas 
    grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas. 

  • Tractatus de amore, de Luis Antonio de Villena | Poema

       I 

  • Un cuento en azul, de Luis Antonio de Villena | Poema

    Seguramente estaba sola. 
    Llevaba los ojos muy cercados de negro. 
    Era mayor, vieja, con ropas gastadas. 
    Por la noche -más aún en invierno- 
    se acercaba a los jardines del convento o del parque 
    con su bolsa de plástico 
    llena de despojos para gatos. 

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