Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano, mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lirio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o víola troncada se vuelva, mas tú y ello, juntamente, en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Lloraba la niña (y tenía razón) la prolija ausencia de su ingrato amor. Dejóla tan niña, que apenas creo yo que tenía los años que ha que la dejó. Llorando la ausencia del galán traidor, la halla la Luna y la deja el Sol,
Vuelas, oh tortolilla, y al tierno esposo dejas en soledad y quejas; vuelves después gimiendo, recíbete arrullando, lasciva tú, si él blando. Dichosa tú mil veces, que con el pico haces dulces guerras de Amor y dulces paces.
Larache, aquel africano fuerte, ya que no galán, al glorioso San Germán, rayo militar cristiano, se encomendó, y no fue en vano, pues cristianó luego al moro, y por más pompa y decoro, siendo su compadre él mismo, diez velas llevó al baptismo