La ola inmóvil, de Luis Rosales | Poema

    Poema en español
    La ola inmóvil

    Es curioso saber que todo empieza en la transmigración de la saliva 
    y mis ojos dentro de poco van a cumplir dos años. 
    Lo cierto está tan cerca que el silencio me ha cortado los pies 
    y la sangre gotea sobre la alfombra 
    ya que no basta ver lo que se ve, es necesario adivinarlo. 
    Lo que se ve es un cuerpo en la penumbra, 
    un cuerpo que en la noche de amor tiene la plenitud de una 
    ola inmóvil, 
    que está siempre en su altura de dominio. 
    ¿Nunca has pensado, amiga mía, que el cuerpo al desnudarse 
    está más junto? 
    y luego, 
    en el momento en que lo miras, 
    cobra su exactitud porque el mirar lo va configurando. 
    Todo consiste en la transmigración, 
    y hoy al verte he sabido 
    que el tacto es el recuerdo más antiguo que tiene el hombre, 
    y a veces puede aterrorizarnos 
    con su temblor de miel 
    lenta y originaria y envolvente. 

    El tacto es como el mar 
    y el cuerpo amado es de agua despacísima que no se mueve 
    sino hacia adentro, 
    desnaciéndose, 
    ya que la carne tiembla porque mira y al entregarse está 
    mirándonos. 
    Hay zonas de tu cuerpo que en la sombra relumbran 
    y tienen un calor reverberante 
    y un temblor desciñéndose que es la memoria de su origen, 
    y ya sabes que a veces 
    el cuerpo participa de la luz 
    pues el que toca lo cierto muere, 
    y noche adentro sientes que la profundidad del mar se hace 
    inmediata 
    con el roce más leve 
    pues lo profundo aterra: es desnacer, 
    y el agua de tu cuerpo está muy junta y muy temblada 
    ascendiendo de la sombra a la luz, 
    y nunca acaba su ascensión, 
    su encendimiento gradual, 
    y el pulso empieza en las estrellas, 
    y la creación del mundo se suspende hasta que ya en el mar 
    sólo queda una ola, 
    sólo cabe una ola que al llegar a la playa queda en vilo, 
    sabiendo 
    que no puede romper sino acabándose.