Se te ha olvidado andar y hay que aprenderlo de nuevo. Ven. Comienza, ve juntando ese sol, ¡alguna tarde tenemos que nacer! Amarillean las nubes en el cielo y no me escuchas; vas a mi lado y tiemblas; el pie va tras el pie como la ola va detrás de la ola. Estás inquieta. Se te ha olvidado andar, se te ha caído la voz y no la encuentras, la buscaré contigo y las palabras vendrán. Vamos a hacer la primavera, vamos a hacer el mar poquito a poco, la luz, la paz, la guerra, como si no se hubiesen desprendido ya una vez de tu voz y en ti nacieran. ¡Vamos a hacerlo todo de nuevo!, hasta que puedas reunir tu corazón como se hace la firmeza del mundo con arena!
«Si tú me lo pidieras», si tú me lo pidieras cuando llegue esa hora en que la vida empieza a hacer preguntas sin respuesta, como se hace un raspado de matriz o se pone en las venas una inyección de aire, y después, pero inmediatamente,
Abril, porque siento, creo, pon calma en los ojos míos, ¿los montes, mares y ríos, qué son sino devaneo?; mirando la nieve veo memoria de tu hermosura, y cuando vi en su blancura
Nadie puede saber cuándo comienza a avergonzarse, y sería conveniente mirar a las estrellas que se van encendiendo contagiadas de silenciosidad, para aprender, al menos, que la palabra más hermosa de nuestra lengua es la palabra titilación.
Nunca pero contigo, aunque la vida sea la luz de esa mañana que nunca viviremos, un tren que no esperabas y ha llegado, una hora que empieza siendo alondra y acaba siendo espejo.
Es curioso saber que todo empieza en la transmigración de la saliva y mis ojos dentro de poco van a cumplir dos años. Lo cierto está tan cerca que el silencio me ha cortado los pies y la sangre gotea sobre la alfombra