¡Oh qué linda es la pradera
Un día de primavera
Cuando la rosada aurora
Perlas y diamantes llora
Sobre la yerba y la flor!
Pero la cama es mejor.
¡Cómo es grato entre la sombra
Pisando la verde alfombra,
Por la verita del río,
Caminar al caserío
Del vecino labrador!
Pero en un coche es mejor.
¡Oh cómo en estiva siesta
Regocijan la floresta,
Fresca, lozana y umbría,
Con su dulce melodía
El mirlo y el ruiseñor!
La de Rossini es mejor.
¡Oh qué hermosa es la perdiz
Con su galano matiz
Volando de ramo en ramo
Hacia el mentido reclamo
Del astuto cazador!
Pero en la mesa es mejor.
¡Oh cómo en la pura fuente
Bulliciosa y transparente
Entre las menudas guijas,
Sin auxilio de botijas,
Brinda el agua... -Sí, señor;
Pero un sorbete es mejor.
Si no sopla rudo cierzo,
¡Oh qué bien sabe el almuerzo
En campiña libre y rasa...
Sí por cierto; pero en casa
De mi amigo el Senador
Se almuerza mucho mejor.
¡Bien hayan las lugareñas,
Tan amantes, tan risueñas,
Tan sencillas... -Pero atroces,
Suelen con pares de coces
Mostrar su rústico amor.
Mi madrileña es mejor.
Buen provecho a los secuaces
De placeres montaraces;
Mas yo a la Corte me atengo;
Que es bueno el campo, convengo,
Delicioso, encantador...
Pero Madrid es mejor.
¡Oh qué linda es la pradera
Un día de primavera
Cuando la rosada aurora
Perlas y diamantes llora
Sobre la yerba y la flor!
Pero la cama es mejor.
Hijo nací segundón
de un hidalgo pobretón;
y se la fiebre amarilla
no barre media Castilla,
no espero ninguna herencia.
¡Paciencia!
¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
Aunque las musas digan que enamora
Oír cantar a un ave la alborada!
Yo no sé cómo mi acento
Te diga que al ciego niño
Por ti rendido me siento,
Porque me sobra cariño,
Y me falta atrevimiento.
Por más que el temor me enfrena,
Callar no puedo la pena
En que por tus ojos vivo;
Que el más humilde cautivo
¿Qué es eso? Ahora sale el sol,
Altivo como español;
Ahora asustado se esconde,
Sin saber cómo ni dónde;
Ya me seco; ya me mojo;
Ya con el calor me abraso
Y la levita me aflojo;
Ya de frío me traspaso
Cual si me hallara en Siberia.
Me enamoran los ojos de Filena,
Y de Clori la túrgida cintura;
En Rosana me hechiza la blancura,
Y Anarda me cautiva por morena;
«Gervasia, prevén las velas:
Roque, limpia los quinqués.
¿Ha venido el repostero?
Préndeme aquí un alfiler.
Que ponga el coche Toribio
Y vaya por Isabel.
Tú, Juan, arregla las mesas
De tresillo y de ecarté,
Y en la chimenea luego