«Gervasia, prevén las velas:
Roque, limpia los quinqués.
¿Ha venido el repostero?
Préndeme aquí un alfiler.
Que ponga el coche Toribio
Y vaya por Isabel.
Tú, Juan, arregla las mesas
De tresillo y de ecarté,
Y en la chimenea luego
Echa dos troncos o tres.
Llamad al afinador;
Que el piano está cruel.
El farol de la escalera
¿Está ya corriente? -Bien.
Jesús, Jesús, ¡qué muchachos!
No nos dejan entender.
¡Ea, a la cama! -¡Así no!
Póngase en medio el pastel,
Mas allá la jaletina,
Y el jamón a la Jerez:
Lo demás a estotro lado...
¡Y no manches el mantel!
Aquí las conservas... ¡Bueno!
Y los helados después.
Usted se encarga del ponche.
Cuidadito, ¡don Miguel!
No muy cargado. A la una
Se ha de servir. ¿Está usted?»
Tal algarabía mueve,
Trajinando como diez,
Doña Próspera Ruivamba,
Condesa del Alcacer,
El bueno de su marido
Nada dice, o dice amén.
Hombre del antiguo régimen,
O se está cazando un mes
En su soto de la Alcarria,
No sin riesgo, a mi entender,
Mientras él apunta a un gamo,
De que le apunten a él
Si entro dos luces le toman
Por una cabra montés;
O, si reside en la Corte,
No conoce otro placer
Que comer, dormir, rezar
Y acariciar al lebrel;
Y, para pintarle, en fin,
Con solo un rasgo, diré
Que va al café de Levante
Y es jugador de ajedrez. -
Mas dejemos al marido,
Loando su buena fe,
Que en ser tonto le da Dios
Todo lo que ha menester;
Y si algún lector sinónimo
No ha conocido por qué
Con tantos preparativos
Se atosiga su mujer,
Digo que hay baile en su casa,
¡Vaya! y concierto también.
Lo que se llama un sarao...
Mal he dicho: una soaré.
Y ¿qué va a sacar en limpio
De ostentar todo ese tren?
Tengan ustedes paciencia,
Que pronto lo van a ver.
Siempre que entra alguna dama...
(¡Son ciento!) ponerse en pie,
Y dar cien pares de besos,
Y recibir otros cien
Con acentos cariñosos
Y risita de ojimiel,
Aunque esta la quiera mal
Y aquella no huela bien.
Andar como un zarandillo
De la una a la otra pared,
Porque la llama Luisita
Y le dice una sandez;
Porque otra quiere sentarse
Al lado de su doncel;
O a los nervios inocentes
Achaca Flora tal vez
La tortura del zapato
Y el suplicio del corsé;
O Laura tiene calor;
O Casilda tiene sed;
O la llaman con tres luegos
Urgencias de doña Inés.
Allí viene un elegante,
Que fue presentado ayer,
Y hoy con derecho se juzga
Para presentar a seis;
Y ella, aunque más de una mano
Cortada quisiera ver,
Tiene que besarlas todas,
O pasar por descortés.
Otro disputa en el juego
Por el valor de una nuez,
Y tiene que recordarle
Que su casa no es café.
Otro le pide dos onzas,
Que nunca piensa volver,
Y otro le rompe un florero
Por danzar un balancé.
¿Y el concierto? ¡Qué de afanes!
Faltó a la cita Isabel;
Se han olvidado los coros
Del aria de Mahomet;
Está ronco don Ciriaco
Y ha parido Salomé.
Pues que empiece Fulanita.
No, señor, no puede ser.
Arreglemos este dúo...
Bien por mi parte. ¿Y con quién?
Con Casimiro. -¡Imposible!
No puedo cantar con él.
No entra a tiempo, desafina,
Y todo lo echa a perder.
Conchita es más complaciente
Y nos hará la merced...
Lo haría con mil amores,
Mas no puedo dar el re.
Si no estuviera indispuesta...
Pues ¡cómo...! ¿Qué tiene usted?
Y Concha la habla al oído
Y le dice... no sé qué.
Vaya, pues será preciso
Que supla don Ezequiel...
Al momento. ¿Cuatro piezas
Faltan? Yo las cantaré;
Y canta; y tras de la voz
Dura, estentórea, soez,
Por un tris no arroja el bárbaro
Los pulmones y la hiel.
¿Y el ambigú? ¡Santo Dios!
No con igual avidez
Entra a saco una ciudad
Famélico somatén,
Como a la opulenta mesa
Se abalanzan de tropel
Una legión de heliogábalos...
Pero de buen tono... ¡pues!
Fiambres, dulces, sorbetes...,
A nada se da cuartel.
En vano reclama el orden
La desdichada mujer.
En vano su vanidad
Pagó cincuenta por diez,
Malbaratando su hacienda,
A los hijos de Israel;
Que el opíparo banquete
Merienda de negros fue
Entre aquella turbamulta
Sin Dios, sin patria y sin ley;
Y sin poder obsequiar
A tantas damas de prez,
La mejor fuente de china
Rota por el suelo ve;
Y para mayor desgracia
Torpe beodo novel
¡Zas! derrama una ponchera
En su traje de moaré.
Así acaba la función
Cerca del amanecer;
Y unos al marchar se ríen,
Y otros le quitan la piel;
Y el que entró muy derretido
Se despide con desdén.
Y la casa ¿cómo queda?
Hecha un confuso babel.
Y Madrid se ha divertido;
¡Mucho! ¿Y el ama?... ¡Aprended!
La que pocas horas antes
Pensó hacer un gran papel,
Sola, mustia, desairada,
Gime sobre un canapé.
-¡Oh! los bailes, los conciertos...
¡Gran cosa! ¿Y con cena? Miel
Sobre hojuelas. ¿Me convidan?
Mil gracias. Puntual seré;
Pero ¿en mi casa? ¡Abrenuncio!
¡Fuego de Dios, amén, amén, amén!