Hijo nací segundón
de un hidalgo pobretón;
y se la fiebre amarilla
no barre media Castilla,
no espero ninguna herencia.
¡Paciencia!
¿Se vende una obrilla mía?
Nadie va a la librería.
A título de amistad
me la piden... Es verdad
que alaban luego mi ciencia.
¡Paciencia!
¿Imploro la protección
de algún grave señorón?
No, hay mus: inútil empeño.
¡Oh!, pero me habla risueño
y me apea la excelencia.
¡Paciencia!
¿Qué puedo dar a mis damas?
Sonetillos y epigramas.
Llega un cafre, rueda el oro,
y me deja el bien que adoro
a la luna de Valencia.
¡Paciencia!
Si presto, nadie me paga;
que es mi suerte muy aciaga;
y no hallaré, ¡mala peste!,
quien media onza me preste,
si la pido en una urgencia.
¡Paciencia!
¿Viene a convidarme Blas?
No me halla en casa jamás;
y es fijo que ha de encontrarme
el que venga a molestarme
con alguna impertinencia.
¡Paciencia!
El cielo anuncia tronada:
saco paraguas...; no hay nada.
No lo saco, y aquel día
un diluvio nos envía
la Divina omnipotencia.
¡Paciencia!
Si voy al baile, me atrapa
algún ratero la capa;
llego helado a mi portal;
llamo; no me oye Pascual...,
y me quedo a la inclemencia.
¡Paciencia!
Te aconsejo comó amigo:
no viajes, Fabio, conmigo,
que en gran peligro te pones.
Si no se asaltan ladrones,
volcará la diligencia.
¡Paciencia!
No aborrezco el matrimonio;
pero mi suerte..., el demonio.
No, no me caso. ¡Arre allá!,
porque mi dote será,
tras de cuernos, penitencia.
¡Paciencia!
¡Oh qué linda es la pradera
Un día de primavera
Cuando la rosada aurora
Perlas y diamantes llora
Sobre la yerba y la flor!
Pero la cama es mejor.
Hijo nací segundón
de un hidalgo pobretón;
y se la fiebre amarilla
no barre media Castilla,
no espero ninguna herencia.
¡Paciencia!
¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
Aunque las musas digan que enamora
Oír cantar a un ave la alborada!
¿Qué es eso? Ahora sale el sol,
Altivo como español;
Ahora asustado se esconde,
Sin saber cómo ni dónde;
Ya me seco; ya me mojo;
Ya con el calor me abraso
Y la levita me aflojo;
Ya de frío me traspaso
Cual si me hallara en Siberia.
Me enamoran los ojos de Filena,
Y de Clori la túrgida cintura;
En Rosana me hechiza la blancura,
Y Anarda me cautiva por morena;
Yo no sé cómo mi acento
Te diga que al ciego niño
Por ti rendido me siento,
Porque me sobra cariño,
Y me falta atrevimiento.
Por más que el temor me enfrena,
Callar no puedo la pena
En que por tus ojos vivo;
Que el más humilde cautivo
«Gervasia, prevén las velas:
Roque, limpia los quinqués.
¿Ha venido el repostero?
Préndeme aquí un alfiler.
Que ponga el coche Toribio
Y vaya por Isabel.
Tú, Juan, arregla las mesas
De tresillo y de ecarté,
Y en la chimenea luego