A Ángela
Perdiose ya la dicha de mi vida
y del alma pasó la primavera...
¿Qué flor, entonces, dejaré caída
de tu álbum en la página primera?
Yo fui la mitad de un alma
buscando su otra mitad,
como se busca la calma
y la sombra de la palma
en ardiente soledad.
En un tiempo el alma mía,
alondra que tiende el vuelo
bañada en la luz del día,
sus ricas alas perdía
en el zafiro del cielo.
Soñé pedir a la gloria
la vida para mi nombre,
y que en mi piedra mortuoria
arrojase una memoria,
acaso una flor, el hombre.
Soñé, al destello indeciso,
de un crepúsculo nupcial,
aparecer de improviso
la mujer del Paraíso
que flotaba en mi ideal.
La mujer cuya belleza
ilumina la Creación,
la mujer toda terneza,
la mujer cuya pureza
santifica el corazón.
La mujer a cuya planta
se pone el alma de alfombra,
la mujer única y santa,
la mujer que no se nombra
pero que siempre se canta...
Y esa mujer yo la vi
cuando la dicha soñé;
el alma toda la di,
y su imagen está aquí,
y con ella moriré.
Era su faz mi embeleso
era su nombre Alma mía;
donde su planta ponía,
mi pensamiento en un beso
adorándola caía.
Soñé el placer indecible
de que ese arcángel visible
me embriagase con su amor...
Soñé la dicha imposible
en la tierra del dolor.
¿Era sólo una creación
de mi loca fantasía,
de mi amante corazón...?
¿Era el alma que se abría
en su aurora de ilusión?
¿Era un sueño...? Mas despierto
adoré lo que soñaba...
Mi corazón está muerto,
desque en el mundo desierto
no encontré lo que buscaba
Por eso voy del mundo en la corriente
cual hoja solitaria.
Triste es mi vida, pálida mi frente,
y si hiera una flor mi alma doliente
sería la Pasionaria.
Una flor de tristeza y desconsuelo
que apenas ha vivido
y levantado su corola al cielo,
y ya barre sus hojas por el suelo
el viento del olvido.
Perdóname. Buscaba un pensamiento
Ángela, que dejar en esta hoja,
y el gemido del alma en su tormento
es ¡ay! tan sólo lo que el alma arroja...
Perdóname la nota dolorida
que exhalara mi lira lastimera,
perdóname esta lágrima caída
de tu álbum en la página primera.