En su curso voluble la Fortuna todo cuanto me diera me quitó; Y la Miseria pálida y hambrienta el umbral de mi puerta se sentó.
Y llegó la Amistad la que en un día el festín de mis dichas presidió- y aunque le dije ven, ella, espantada al ver aquel espectro, se alejó.
Amor llegó también... Sellé mi labio, porque temí que se alejara Amor; pero él sin vacilar, bañado en lágrimas, vino a mi presuroso... y me abrazó.
Y la Miseria pálida y hambrienta que al umbral de mi puerta se sentó a la luz de aquel ángel que lloraba, ella... ¡la horible harpía!... se embelleció.