El sol, de Manuel María Flores | Poema

    Poema en español
    El sol

    Y no buscaste un sol, no; le tenías 
    dentro del corazón, y ya el instante 
    de su feliz oriente presentías... 

    ¡Ese sol era Amor! Astro fecundo 
    que el corazón inflama 
    y, con su fuego iluminando el mundo, 
    como un sol en el alma se derrama. 
    Ante él los sueños de la fe benditos, 
    las blancas ilusiones, la esperanza, 
    y del alma la virgen poesía, 
    todo en enjambre celestial se lanza 
    a hacer en torno al corazón el día. 

    Así también el sol del firmamento 
    fúlgido al asomar. La flecha de oro 
    de su rayo primer rasga el espacio... 
    En el pálido azul del éter vago, 
    las últimas estrellas 
    cintilan en sus limbos de topacio, 
    tiemblan, se apagan tímidas... y luego 
    el astro rey desde el confín profundo 
    sacude sobre el mundo 
    su cabellera espléndida de fuego. 

    Como bocas amantes 
    que se aprestan al beso voluptuosas, 
    entreabren palpitantes 
    su incensario de púrpura las rosas. 
    Las brisas se levantan 
    a despertar los pájaros dormidos 
    en el tibio regazo de sus nidos, 
    y ellos, alegres, despertando, cantan. 
    Y cantando despiertan 
    el inquieto rumor de los follajes, 
    y el bosque todo, saludando al día 
    desata la magnífica armonía 
    de sus himnos solemnes y salvajes. 

    Y todo es vida rebosando amores 
    y todo amores rebosando vida. 
    Desde el trémulo seno de las flores 
    cargadas de rocío; 
    desde el murmullo del cristal del río, 
    y el retumbo soberbio de los mares; 
    desde la excelsa cumbre de los montes 
    y el azul de los anchos horizontes 
    hasta la inmensidad del firmamento, 
    es todo luz, perfumes y cantares, 
    es todo amor, y vida y movimiento. 

    Tu sol, el de tu amor, por mucho tiempo 
    dentro de tu alma retardó su oriente; 
    por mucho tiempo su divino rayo 
    no iluminó sobre tu regia frente 
    las lindas flores de tu rico mayo. 
    Por mucho tiempo en vano la belleza 
    te revistió de sus preciosas galas, 
    y en torno de tu espléndida cabeza 
    impaciente el amor batió sus alas. 

    Por mucho tiempo así. Llegó el momento, 
    la ansiada aurora, el despertar fecundo: 
    y, tú lo sabes bien: dentro de mi alma, 
    ante el sol de tu amor, alzose un mundo. 

    El mundo de mi loca fantasía, 
    mi mundo de poeta, 
    un pedazo de cielo que se abría 
    en la región del alma más secreta, 
    un enjambre de sueños voladores 
    en torno de dos almas cariñosas, 
    y del alba a los tibios resplandores 
    un escondido tálamo de rosas 
    para el sueño nupcial de los amores. 

    Un cáliz desbordado de embriagueces, 
    de inmortales delicias, 
    un torrente de besos, de suspiros, 
    de lágrimas de amor y de caricias. 
    ¡Ah! ¿Dónde estaba de mi lira ardiente 
    la orgullosa canción que supe un día? 
    ¿Do la palabra que, bañado en fuego, 
    al oído feliz de la belleza, 
    en otro tiempo modular sabía? 
    ¿Do las flores gentiles que el poeta 
    al pasar la Hermosura derramaba 
    con musa fácil, juvenil e inquieta? 

    ¿En dónde está mi audacia, en otro tiempo. 
    en otro tiempo tan feliz y loca...? 

    Ante el sol del amor que vi en tus ojos, 
    cayó a tus pies mi adoración de hinojos 
    mi alma tembló y enmudeció mi boca.