Aquí el silencio añora las palabras solitarias que uno puede, en tu cercanía, decir sin herirte; olvidamos llover sobre vos las lágrimas de las corolas; no hace falta sonreír a los que pasan.
Caen las máscaras cuando nos cansamos, en un mismo lecho secreto se deslizan los durmientes por cada dedo tembloroso de las hierbas que nos rozan vos podés bendecirme y yo acariciarte.
En tu dulzura mi camino es más agradable de ese suelo lentamente impregnado por el alma humana el olvido, lento jardinero, arranca los remordimientos.
El amor vaga de vena en vena eternamente. Yo no quiero perturbar con una queja en vano el infinito encuentro de los muertos con la tierra.
Poema en el idioma original
Voici que le silence
Voici que le silence a les seules paroles qu’on puisse, près de vous, dire sans vous blesser; laissons pleuvoir sur vous les larmes des corolles; il ne faut que sourire à ce qui doit passer.
À l’heure où fatigués nous déposons nos rôles, au même lit secret les dormeurs vont glisser; par chaque doigt tremblant des herbes qui nous frôlent, vous pouvez me bénir et moi vous caresser.
C’est à votre douceur que mon sentier m’amène. De ce sol lentement imprégné d’âme humaine, l’oubli, lent jardinier, extirpe les remords.
L’impérissable amour erre de veine en veine; je ne veux pas troubler par une plainte vaine l’éternel rendez-vous de la terre et des morts.
Cansados de esperar, los que nos esperaron, murieron sin saber que estábamos llegando, sus brazos abiertos despacio se cerraron y en vez del recuerdo, vino el pesar temblando.
Aquí el silencio añora las palabras solitarias que uno puede, en tu cercanía, decir sin herirte; olvidamos llover sobre vos las lágrimas de las corolas; no hace falta sonreír a los que pasan.
Ni ampararse del día bajo el árbol de nieblas, ni morder el verano en las frutas dormido, ni besar en los labios lentos de tinieblas al muerto evaporado y vano de haber sido.
Trabajo, tus manos adiestradas en lo duro forjan el hierro del destino; herrero hermano de los titanes, a golpe de constancia creas la obra que preferimos, excusa de nuestra existencia, hermoso hijo de nuestra sustancia.
Aquí la miel que rezuma del corazón profundo de las flores, los colores, los aromas y los alientos amados. Ya no le sonreirás a la belleza de las cosas; se han cerrado al fin, tus brazos siempre abiertos.