No debí dudar; debí acudir
debí llamar; no debí callar.
He seguido por demasiado tiempo mi camino solitario;
nunca presentí que fueras a morir.
Nunca presentí que vería agotarse
el manantial en el que una bebe y se refresca;
No comprendí que bajo la tierra yacen
frutos amargos y dulces que la muerte debe madurar.
El amor no es más que un nombre, la existencia sólo un número;
bajo la ruta del sol yo encontré tu sombra;
mis remordimientos tropiezan con los ángulos de una tumba.
La muerte, menos indecisa, te ha alcanzado.
Si piensas en nosotras tu corazón se compadece
porque una queda ciega cuando se extingue una antorcha.