Oraciones de las muchachas a María, de Rainer Maria Rilke | Poema

    Poema en español
    Oraciones de las muchachas a María

    Haz que algo nos ocurra. Mira 
    cómo hacia la vida temblamos. 
    Y queremos alzarnos como 
    un resplandor y una canción. 

    Querías ser como las otras, 
    que en el frescor se visten, tímidas; 
    tu alma quería que sus cantos 
    cansados de muchacha, en seda 
    florecieran hasta las lindes 
    de la vida. Pero en lo hondo 
    de lo enfermo tuyo, una fuerza 
    osó echar pámpanos: brillaron 
    soles, y se hundieron semillas, 
    y lo volviste como el vino. 

    Y ahora estás tú, dulce y saciada 
    como tarde, en nosotras todas; 
    y sentimos cómo caemos 
    y nos dejas sin brillo a todas... 

    Mira, son tan estrechos nuestros 
    días, y temeroso el cuarto. 
    de la noche; todas deseamos 
    desmañadas, la rosa roja. 

    Debes sernos suave, María, 
    florecemos desde lo sangre, 
    tú sola puedes sabe cómo 
    el anhelo hace tanto daño; 

    tú misma has percibido este 
    dolor de doncella en el alma; 
    tiene un tacto como de nieve 
    navideña pero está ardiendo... 

    De tantas cosas, nos quedó el sentido: 
    precisamente de lo suave y tierno 
    hemos sacado un poco de saber; 
    como de un secreto jardín, 
    como de un almohadón de seda, 
    que se nos ha metido bajo el sueño, 
    o de algo, que nos quiere 
    con ternura desconcertante... 

    Rainer Maria Rilke nació en Praga en diciembre de 1875. Estudió en uno de los mejores colegios de dicha ciudad y luego ingresó en una academia militar, que abandonó para estudiar letras y filosofía en las universidades de Praga, Munich y Berlín. De esa época datan sus primeros libros de poesía: Vida y canciones (1895), Coronado de sueño (1897) y Adviento (1898). Un viaje a Rusia en 1899 le inspiraría años más tarde sus conocidas Elegías del Duino (1922). La leyenda del amor y muerte del alférez Christoph Rilke y el libro Cuadernos de Malte Laurids Brigge atrajeron la atención de los críticos sobre él, especialmente en Francia, donde había residido y había trabado amistad con el escultor Auguste Rodin y el escritor André Gide. Tras la primera guerra mundial, en la que participó brevemente, viajó por varios países mediterráneos y finalmente se estableció en Suiza, donde publicaría los Sonetos a Orfeo, una de sus obras más conocidas. Murió en 1926.