A la gloriosa memoria de las víctimas 
del Dos de Mayo de 1808. 
 
El sol sus alas replegó luciente, 
y la noche callada el manto oscuro 
en luengo cerco derramó sombría. 
Vierten los astros su fulgor doliente, 
y entre las sombras se destaca puro, 
remedo incierto de la luz del día. 
¡Tal de la suerte mía 
la luz brilla insegura 
entre la niebla oscura! 
Ahora, pues, bajo el nocturno manto 
muestras daré de mi desdicha extrema; 
y cual presagio del famoso canto 
que a alzar me impele inspiración suprema, 
¡rompa el acerbo llanto 
que mis entrañas reprimido quema! 
Auras, volad, y de fragancia henchidas 
templad el fuego que mi frente abrasa, 
mansa flotando en invisible giro. 
Entre las nubes, con fragor hendidas, 
su virgen luz, cual transparente gasa, 
mece la luna que extasiado admiro. 
Me parece que miro 
a sus tibios reflejos 
vagar allá a lo lejos 
cual húmedo vapor de hedionda tumba, 
de Napoleón la sombra venerada; 
y cuando ronco el aquilón retumba 
la vaga esfera de la luz turbada, 
¡me parece que zumba 
en torrente de sangre desatada! 
¡Sombra execrable! Maldecida sombra 
que levantó para asentar su trono 
de humanos cuerpos funeral montaña! 
El manto azul del cielo por alfombra 
creyó tender en su rabioso encono, 
y ahogó rugiendo su impotente saña. 
Soldados, dijo, España 
nuestra esclava se vea, 
un muro en ella sea 
de insepultos cadáveres alzado 
que llene de terror a las naciones. 
Luego a rumor del atambor doblado 
se alzó el muro, rodaron tus pendones, 
y en él viste apilado 
el magnífico tren de tus legiones. 
Al ver su oprobio aterrador el Sena 
turbio en las rocas con sonoro estruendo 
bate furioso la revuelta frente, 
cual herida serpiente que la arena 
escarba airada, y con silbar horrendo 
en vano aguza el venenoso diente. 
¡Tirano, muge hirviente, 
cuán cara fue a la Francia 
tu funesta arrogancia! 
Y al repetir este rumor, tonante 
la última esfera de los cielos toca, 
y embravecido, hinchado, ondisonante, 
con cuanto encuentra sin concierto choca 
y se arrastra bramante 
con brusco murmurar de roca en roca. 
¡Ay! Del cañón al fúnebre estampido 
que el bronco trueno imita, cuando alado, 
asorda el aire en revoltoso vuelo; 
y al revolar del humo esparcido 
que en las alas del aura reclinado 
viste de luto el encendido cielo; 
aferradas al suelo 
las víctimas gloriosas, 
que ha poco victoriosas 
Independencia y libertad gritaron, 
se vieron sin defensas maniatadas. 
Y al ¡ay! de muerte que después lanzaron, 
sus cadenas, de púrpura manchadas, 
a la faz arrojaron 
del sangriento Murat pulverizadas. 
Contra vuestro poder la tiranía 
en vano desató su furia brava, 
que al sentir vuestro esfuerzo soberano, 
la vil corona, que adornó algún día 
con una flor cada nación esclava, 
se marchitó en las sienes del tirano. 
Todo el linaje humano 
su carroza triunfante 
iba a hollar rechinante, 
cuando opusisteis a su fiera saña 
vuestro ardor cabe el lento Manzanares, 
a sus huestes gritando: ¡Gente extraña, 
dad un adiós a vuestros patrios lares; 
sólo saldréis de España 
surgiendo el fondo de sangrientos mares! 
¡Salve, cenizas! ¡Salve, oh ricas prendas! 
Que humedezca dejad, restos sagrados, 
con lloro estéril vuestras frías losas. 
Jamás os faltarán verdes ofrendas, 
o no tendrán en sus floridos prados 
ni laureles abril ni el mayo rosas. 
¡Perdón, sombras gloriosas 
si mi lira naciente 
no os canta dignamente! 
Con el llanto sus cuerdas empapadas 
sordas vibran confusa melodía. 
¡Si no fuisteis por mí, sombras amadas, 
loadas con dulcísima armonía, 
al menos sí cantadas 
con toda la efusión del alma mía!