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  • Cayo Hueso - Dublín, de Raquel Lanseros | Poema

Cayo Hueso - Dublín, de Raquel Lanseros | Poema

  • Poesía Recitada -Tomás Galindo-
  • Poema en español(solapa activa)
Poema en español
Cayo Hueso - Dublín

De espaldas se dijera un hombre hercúleo 
manos inabarcables que a fuerza de apretar 
se iban deshilachando, pero seguían vacías. 

Cuando emigra el futuro, el hambre permanece. 

Cansado de zurcir la realidad mugrienta 
un día decidió postularse ante un sueño 
en una isla lejana, nuestra y nosotros de ella 
tan imbricada y húmeda de historia compartida 
toda ascendencia fértil, 
cimiento de esperanza. 

En Holguín mi bisabuelo Zacarías Lanseros 
pasaba al raso noches de paz junto al bohío 
empuñando los astros con ese coraje 
de quienes nada tienen y son dueños de todo. 

Después vino el brillante regocijo en La Habana 
la fiesta del vigor, la guayabera nueva 
esta fotografía en sepia desde donde 
me miras con mis ojos a través de los años. 

Las palabras son vínculos y son pesados diques. 

Hilvanabas los días debajo de un jagüey 
al lado de un anciano a quien nunca entendiste 
padre del capataz americano 
al mando del mañana: la línea ferroviaria 
pionera entre Miami y Cayo Hueso. 

Regresaban exhaustos girando el cigüeñal 
aquellos hombres de tez anochecida: 
Come on, Zacariah, come on! 
Cuánto habrías deseado poder hablar con ellos. 

Ochenta años después, sobre la hierba 
de otro país repleto de emigrantes 
una chica morena descubre a Seamus Heaney. 
Cada tarde a las seis su patrona la busca: 
Come on, Rachel, come on! 

Bienaventurados los que depositan 
su diáfana semilla dentro de la tierra 
porque de ellos será el reino de los tiempos. 

He venido a decirte que vengué tu memoria 
comprendiendo el destino en varias lenguas. 
Igual que, de rodillas, postrada ante tu alma 
escribo este poema que conjure el olvido. 

¿Qué importa que naciese cuando tú ya habías muerto? 
La mirada de dios convierte en uno 
pasado y porvenir. Hay algo ignoto 
que me permite oír llorar a aquellas vías 
cuando me quedo a solas. El afán de mi sangre 
sigue volviendo a casa cada noche por las viejas traviesas. 

Con una única vida nunca es suficiente.

Raquel Lanseros
  • Entonces me besaste, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente 
    por estirar sus márgenes y unirlos 
    al círculo infinito de la savia 
    nos buscamos a tientas los contornos 
    para fundir la piel deshabitada 
    con el rumor sagrado de la vida. 

  • Invocación, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    Que no crezca jamás en mis entrañas 
    esa calma aparente llamada escepticismo. 
    Huya yo del resabio, 
    del cinismo, 
    de la imparcialidad de hombros encogidos. 
    Crea yo siempre en la vida 
    crea yo siempre 
    en las mil infinitas posibilidades. 

  • En ocasión de todos los finales, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    Yo nunca resistí las despedidas 
    con su mezcla de muerte y precipicio 
    con el aroma amargo de la finitud 
    empalagando el ánimo 
    con esa luz de hielo matutino 
    que penetra debajo de los párpados. 

  • Un joven poeta recuerda a su padre, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    Ahora ya sé que pasé por tu vida 
    como pasan los ríos debajo de los puentes 
    indiferentes, turbios, orgullosos 
    con la trivialidad desdibujada 
    de las pequeñas cosas que parecen eternas. 

  • Himno a la claridad, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    A cambio de mi vida nada acepto. 
    ¿Qué se puede ofrecer que valga más 
    que el calor de la llama, que la espiga 
    convocada a ser grano, que la noche 
    que dentro ya contiene el joven día? 

  • Cayo Hueso - Dublín, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    De espaldas se dijera un hombre hercúleo 
    manos inabarcables que a fuerza de apretar 
    se iban deshilachando, pero seguían vacías. 

    Cuando emigra el futuro, el hambre permanece. 

  • Vía cansada, de Raquel Lanseros | Poema

    Raquel Lanseros

    Entre un pecho y la bala que lo busca 
    hay la misma distancia 
    que existe entre los dedos y el gatillo. 
    La muerte no se mide por pulgadas. 

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